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Eurovisión 2015: crónica de un aniversario interminable

El representante sueco, Måns Zelmerlöw, se alza vencedor de la 60º edición del certamen. España, pese a la digna interpretación de Edurne, queda en vigésimo primera posición.

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Getty Images

Tras un recuento muy disputado con Rusia e Italia, el representante sueco Måns Zelmerlöw se alzó anoche con la victoria en la 60º edición del festival de la canción de Eurovisión. Su tema, Heroes, consiguió el respaldo de los eurofans para encumbrarse como la composición ganadora del certamen.

La rusa Polina Gagarina tuvo que conformarse con el segundo puesto. Su canción, A million voices, una balada ascendente algo insustancial, no pudo con la fuerza y la sonrisa –pues todo ayuda– de Zelmerlöw. Los aires líricos de los italianos Il Volo quedaron en tercera posición. Edurne, con una interpretación que resultó redonda gracias a la ayuda del bailarín Giuseppe di Bella, dejó a nuestro país en el vigésimo primer puesto.

La gala, con una duración superior a la que acostumbra el festival, constituyó una celebración de la diversidad y la unión europeas –el lema del certamen, Construyendo puentes, lo dejaba muy claro–. Los abucheos a la representante rusa durante el recuento, en alusión a la política excluyente de Putin, fueron la nota discordante de esta fiesta tan singular. Por sexta vez, Suecia se erige victoriosa en Eurovisión, un país que en 1974 consiguió concitar la atención del mundo con la canción Waterloo de ABBA, quizás el tema más icónico de sus sesenta ediciones.

El discurrir de la gala resultó bastante previsible tras las semifinales previas en las que ya se pudo ver a la mayoría de los participantes. Destacaron las actuaciones de Israel y parejas como la estonia o la noruega formada por Mørland y Debrah Scarlett. Reino Unido siguió fiel a su desprecio por un festival que le resulta tan ajeno como la propia Europa. Sin venir a cuento, los representantes británicos pergeñaron un mal sueño con ínfulas de Baz Luhrmann.

Correcto es el adjetivo que mejor le va a la representante polaca, que defendió como pudo un tema absolutamente inane con, eso sí, una letra cargada de emoción. Georgia, por su parte, naufragó como acostumbra, pues aún no ha ganado ninguna edición de Eurovisión –deberían revisar los criterios de selección por los que se rigen sus canciones–. En esa misma línea se desarrolló la experiencia religiosa de los armenios, sazonada con notas de misal trasnochado y ladridos líricos.

El país anfitrión, Austria, que estuvo representado por una suerte de Jared Leto con aires indie, obtuvo cero puntos. Por su parte, la preciosa canción de Chipre –que siguió al precioso cantante de Suecia– destacó por su rotundidad. Pero para rotunda la representante de Serbia, Bojana Stamenov, cuyo tema despertó los aplausos de los asistentes incluso durante la actuación. “La belleza nunca miente, soy diferente y eso está bien”, rezaba su canción, Beauty never lies.

No podía faltar en la gala el extraño espíritu pesaroso que asola siempre a países como Montenegro, Rumanía, Azerbaiján o Hungría, fieles a esas canciones llenas de épica y desgarro de posguerra. Con todo, y pese a su duración, la 60º edición transcurrió en un ambiente festivo y peculiar tan propio de este festival. Qué pena que el mítico bingo Las Vegas de Madrid quede tan lejos de Viena, pues ir allí a echar unos cartones sería la manera idónea de rematar una noche tan abigarrada.

Eurovision Song Contest 2015 - Final
Nigel Treblin (Getty Images)

Edurne durante su actuación.

Getty Images

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