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Así es el ático de María de Medeiros en Barcelona

La cineasta, actriz y cantante se rodea de elementos con significado para inspirarse. Entramos en su luminoso ático en Barcelona, su ciudad adoptiva, donde vive con su familia.

María de Madeiros

Pasa las horas escribiendo en la mesa de su austero escritorio acompañada de piezas queridas: una esbelta pluma metálica, algunas bolas de cristal, un dibujo abstracto sobre el cuerpo humano… Recuerdos, regalos de amigos y símbolos de encuentros de los que le gusta rodearse. La luz, lateral, se impone en este dormitorio en el que las mesitas de noche están llenas de libros y hay una gran pantalla frente a la cama: «Cada noche veo una película», confiesa Maria de Medeiros.

Aquí es donde la portuguesa («de familia hispanófila»)trabaja ahora en los dos guiones cinematográficos que tiene entre manos. Uno de ellos realizado con Alicia Luna, la guionista ganadora del Goya por Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín. «La historia narra la relación entre un divo y una directora de orquesta –explica–. Un mundo que conozco bien, ya que mi padre es lo segundo y mi hermana Inês, cantante. El personaje del divo es idea de Alicia, yo me ocupo de la parte de la mujer y juntas vamos casando los personajes».

Una acertada mezcla de mueble familiar, mozambiqueño y piezas de los sesenta.

Pep Ávila

Maria es actriz, dibujante, directora de cine, de cortometrajes y de documentales, compositora y cantante –«Soy una actriz que canta», puntualiza ella–. Así que es difícil encontrarla inmersa en un solo proyecto. El otro guión que la absorbe actualmente es la adaptación al cine de una obra teatral, Nuestros hijos, de la escritora Laura Castro, que De Medeiros ya presentó en Brasil en 2013. El tema, las nuevas unidades familiares, está basado en la experiencia personal de Laura, casada con una mujer y madre de tres hijos. «Fue una revelación mirar más allá de los condicionantes morales –comenta Maria– y descubrir los obstáculos que una pareja de mujeres debe vencer día a día. Laura escribe con gracia e inteligencia. Es muy honesta y toca donde duele».

En pocos meses habrá finalizado ambos textos y se preparará para dirigirlos. Mientras, los conciertos con Pájaros Eternos, su último disco, continúan. «Me ilusiona mucho mi debut en Barcelona –el 14 de febrero en la sala Luz de Gas– después de haberlo presentado en el resto de la Península y en América». En la carátula, sobre un azul intenso, unas nubes esconden los torsos de una pareja: «Es un dibujo mío. Imagino el bombardeo de las noticias de actualidad de un día cualquiera, mientras una niña sopla nubes de vapor en el cristal de una ventana donde ve pájaros. La capacidad de soñar es eterna». Fados, bossa y jazz en portugués, español, italiano o inglés… Un paseo por los distintos géneros que no pretende abordar académicamente: «Ese es el secreto: el fado no es un fado, la bossa no es bossa y así todo…».

Esta figura de papel maché fue el regalo de una amiga barcelonesa.

Pep Ávila

Carácter afrancesado. Su vida transcurre entre París, Barcelona «y el resto del mundo. Me siento muy parisina y no pensaba vivir en otro sitio –confiesa–, pero estoy muy bien aquí. Me gusta la diversidad de España, que sea un país tan rico gastronómica y culturalmente. Disfruto del flamenco, la cultura gitana, los pintores y los poetas. Te daría nombres como Falla, Albéniz, Lorca, Miró, Tàpies, Miquel Barceló… Me gusta la alegría de este país y que la gente sea tan directa. Algo que a veces choca cuando vienes de fuera, pero que a mí me parece una forma de gentileza. Creo que hay valentía en no resguardarse detrás de una actitud demasiado formal».

Por supuesto, mantiene su casa francesa, donde se escapa a menudo con la familia. «París ha cambiado. En cada estancia descubro la desaparición de alguna tienda linda del Marais engullida por marcas que ves repetidas en cualquier ciudad del mundo». Su ambiente cultural o la moda que se respira en sus calles le resultan un imán. «Hace muchos años que soy fiel al diseñador Jérôme L’Huillier». Medeiros recuerda que lo conoció en una sesión de fotos. «Una revista pidió a una serie de actrices consagradas que eligieran a otras más jóvenes que les resultaran interesantes y tuve el honor de que Jeanne Moreau me eligiera a mí. El día de la sesión había cientos de vestidos negros y uno de ellos me llamó la atención. Era de L’Huillier y, desde entonces, es quien me viste. Me fascina su combinación chic, su diseño con claves nórdicas y sus estampados únicos».

En su escritorio, una antigua pieza, vestida de L’Huillier.

Pep Ávila

Cineasta por convicción. A París llegó con 18 años para estudiar Filosofía, pero la carrera de Arte Dramático se abrió paso: «No fue premeditado, ocurrió. Enseguida encontré trabajo y todo se precipitó, aunque mi amor por la filosofía se mantiene». Una correspondencia fílmica con el filósofo Stéphane Zagdansky para la web del Canal Arte franco-alemán lo muestra. «Esta es muy variada; aprovecho mi vida cotidiana para rodar y como he viajado mucho tengo proyectos realizados en Venecia, México, Brasil, Barcelona, Portugal, Andorra…».

Nos habla también de su corto Mon 6 Mai, rodado alrededor de la Bastilla, donde se encuentra la sede del Partido Socialista, que recoge el ambiente parisino tras el triunfo de Hollande. «Estaba en casa con un amigo, cogí mi camarita y salimos a ver qué se vivía en la ciudad. Al día siguiente hice el corto». Le mueve el impulso y disfruta con la reflexión. «En el montaje soy muy analítica, creo que el cine tiene esa dialéctica: una parte totalmente intuitiva y otra de raciocinio, por eso es completo».

En este ático con terraza, las butacas están tapizadas con tejidos de L’Huillier. En el suelo, un tronco fósil adquirido por su marido, Agustín. La lámpara de cristal es una herencia familiar.

Pep Ávila

Afirma orgullosa que Barcelona es su ciudad de adopción. Aquí vive con su marido –director artístico y escenógrafo al que conoció en el rodaje de Huevos de oro, de Bigas Luna– y con sus dos hijas. Nacida en Lisboa, su familia se trasladó a los pocos meses a vivir a Viena, donde Maria permaneció hasta los 10 años. «Volvimos tras la Revolución de los Claveles, un momento determinante en nuestras vidas que, en el 2000, me llevó a dirigir Capitanes de abril», su opera prima.

De educación francófona, domina también el inglés, el español y el italiano. «Al no haber en Viena escuela portuguesa, mis padres eligieron la francesa. Hoy en día Portugal es más anglófilo, pero en aquella época el francés era la lengua diplomática y la sentíamos más cercana que la escuela alemana, así que toda mi escolaridad fue así».

En la pared, dos tàpies y un espectacular pez de piedra.

Pep Ávila

Empezó a interpretar y a dirigir muy joven. «Fue inesperado. Monteiro, un gran director, muy provocador, me eligió para Silvestre. Es difícil para un actor existir si el director no es bueno». Pero si hay un adjetivo que recorre su trabajo es la reivindicación: «Es cierto que hay una presencia de temas históricos y políticos en lo que hago. Pero no lo hago a propósito, me sale», afirma desde su dulce carácter. Uno de los últimos es el documental Repare bem. Los ojos de Bacuri, sobre la Comisión de Amnistía y Reparación en Brasil, que está haciendo una gran labor con las víctimas de la dictadura militar de los setenta».

Como Maria es inclasificable, el abanico de sus propuestas es muy amplio: Je t’aime… mois non plus recoge la difícil relación entre directores de cine y críticos. «Aproveché mi estancia como jurado en el Festival de Cannes y entrevisté a 60 personas para reflexionar sobre cómo se percibe una obra de arte tomando el cine como paradigma. Todo el mundo se prestó al juego con gracia, ironía y autocrítica». Que los juicios sobre su trabajo le afecten es algo que no acaba de dilucidar: «Si tuviera una respuesta no habría hecho la película –nos dice–, pero estoy de acuerdo con quien afirma que el espacio crítico es necesario, aunque nos duela. El cineasta Manoel de Oliveira dice que esta labor completa la obra y ayuda al artista a entenderse».

Zapatos de Fragiacomo. Le encantan los diseños de Bianca Gervasio y de Melissa.

Pep Ávila

Por estrenar. Algunos de sus últimos trabajos no han llegado a nuestras pantallas, como Encuentros con un joven poeta, rodada en Canadá en torno a Samuel Beckett, autor que le encanta. La que sí lo hará pronto es Pasolini, que cuenta las últimas horas del poeta y director italiano y en la que interpreta a su musa, Laura Betti, ganadora de la Copa Volpi por su papel en Teorema. «La historia reúne una serie de coincidencias: Laura era también cantante y pedía a autores como Moravia que le escribieran canciones. Conocí su trabajo gracias a Mauro Goia, que invitó a una serie de solistas a participar en un proyecto para Nino Rota. Me interesó, empecé a cantar sus temas y los traduje al español cuando, sin saber nada de eso, Abel Ferrara me llamó para interpretar su papel en Pasolini. Era una mujer grande y rubia, muy distinta a mí. Fue Willem Dafoe quien le propuso a Ferrara mi nombre y aceptó. Un sueño». Porque, como ella, Betti no era una cantante sino una actriz que cantaba…

De Medeiros es buena embajadora del trabajo de L’Huillier, de quien atesora prendas porque admira su diseño, su corte, los tejidos que usa y la creatividad de sus estampados.

Pep Ávila

Escultura de Reynata, la artista mozambiqueña.

Pep Ávila

La polifacética artista, admiradora de Miquel Barceló, toma notas a menudo y tiene cuadernos llenos de dibujos.

Pep Ávila

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