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Alfombras de sangre azul

La Real Fábrica de Tapices trabaja para los más exigentes clientes desde hace casi 300 años. Las casas de Ava Gardner y Grace Kelly, entre otras, han lucido sus obras.

Real Fábrica de Tapices
Mirta Rojo

Al entrar en esta fábrica del año 1721, uno piensa que va a encontrarse con artesanos del siglo XVIII tejiendo en los telares mientras un joven Goya, cartón en mano, da instrucciones sobre su nuevo tapiz a los aprendices. Y la primera impresión no va desencaminada: aún se puede contemplar a 10 mujeres trabajando en una misma alfombra, haciendo un metro cuadrado a la semana, o a siete artesanos que tejen un metro cuadrado de tapiz en cuatro meses. Utilizan la misma técnica de hace 200 años. «El cliente sabe que las prisas no funcionan, que ha de ser paciente. La elaboración requiere su tiempo», afirma María Dolores Asensi, directora de la Real Fábrica. En Europa, solo quedan tres talleres como este, «pero es curioso cómo nos llegan tantos encargos del extranjero. Supongo que el motivo es que una alfombra nuestra dura más de 100 años y la disfrutan varias generaciones», comenta Asensi. El precio es de 1.200 euros el metro cuadrado de una alfombra y 12.000 euros el de un tapiz. Durante el proceso, el cliente forma parte de la toma de decisiones y establece una estrecha relación con los artesanos.

Mirta Rojo

Lo primero es el diseño.Cristina Boix, responsable del departamento de diseño, asesora sobre el tamaño de la pieza según el espacio del que se dispone en casa y hace bocetos y maquetas con mimo y profesionalidad. «Como trabajamos a medida, siempre estás en contacto con el cliente. Así, es imposible que salgan dos alfombras iguales de aquí. Son obras de arte muy complicadas de copiar. Sobre todo si tienes en cuenta que aquí existen las recortadoras, mujeres que con unas pequeñas tijeras van puliendo la lana a distinto nivel para dar relieve y profundidad al dibujo», afirma. Almacenan más de 3.000 bocetos de alfombras en distintos archivadores entre los que uno puede elegir si no tiene clara la idea de su compra. A continuación se escogen los colores en pompones de lana. «Es la única manera que tienes de ver cómo será el resultado en ese tono», cuenta Boix. El departamento de diseño reproduce el dibujo en tamaño natural, se monta en el telar y lo va calcando sobre la urdimbre.

Mirta Rojo

Ahí, las tejedoras van trazando con las diferentes tonalidades de lana los matices (para conseguir relieve y profundidad en los pétalos de una rosa, por ejemplo, se necesitan unos seis rosas distintos). Después, nudo a nudo, fila por fila, seis mujeres van construyendo la pieza. Las tejedoras tienen que trabajar a la vez sobre la urdimbre para hacer al mismo ritmo cada «pasada», cada línea de la alfombra. Han de estar todas a la misma altura. «Como llegue una muy alta nos fastidia», cuenta una de ellas entre risas. 

Toda la lana con la que se trabaja en La Fábrica es merina, cien por cien española. El algodón de la urdimbre también es español, mientras que la seda la traen de Francia. En la Fábrica trabajan 90 personas y todas se saludan por su nombre: son una gran familia que deposita mucho esfuerzo durante meses para terminar cada pieza. Con el tapiz sucede igual, solo que tejen a base de hilo, seda y lana finísima con una canilla que fabrican con una rueca, como sacada de un cuento de princesas. «Ahora estamos tejiendo con un hilo de oro que nos han enviado desde Alemania», cuenta Marieta. «Al contrario que con las alfombras, trabajamos detrás del tapiz invertido y reflejado en un espejo. Siempre estoy detrás del espejo como en Alicia en el País de las Maravillas». 

Mirta Rojo

El destino final. Aunque hay clientes de renombre, en la Real Fábrica de Tapices prefieren salvaguardar su privacidad. «Puedo decir que Ava Gardner se pasaba y hablaba con los artesanos mientras le hacían su alfombra o que Grace Kelly y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Reino Unido también nos han hecho encargos», dice la directora. «Cuando se acaba una alfombra viene todo el equipo de la fábrica y hacemos una fiesta. El día que terminamos la última entrega para el hotel George V de París, y en la que estuvimos trabajando en Navidad sin descanso, brindamos juntos por ello», cuenta Asensi.  

Mirta Rojo

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