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Oriente quiere seguir siendo referente de estilo

Un par de trucos y grandes aperturas sitúan a Japón y China como referencias globales de moda

Uniqlo
ISSEI KATO (REUTERS /Cordon Press)

Los girasoles, incapaces de menear el trasero cuando anochece, prefieren bajar la mirada y esperar a que amanezca. Los humanos, en cambio, tenemos el privilegio de correr hacia Oriente cuando Occidente se apaga, y dejar que el país del sol naciente nos encienda y nos proteja de un invierno que dura ya demasiado. Así, recordar las faldas para hombre de Masatomo, o los jirones imposibles de Yamamoto provoca una especie de sonrisa indulgente al más puro estilo oriental. La historia demuestra que el diseño nipón es algo más que un concepto aplicable a las telecomunicaciones o la automoción. Como China, que ahora se ha desperezado y anuncia algo nuevo, convirtiéndose en otro referente indispensable. Ambos países se han unido en sus diferencias para tomar las riendas de una industria que ha sucumbido al efecto de la melatonina y vienen dispuestos a espabilar nuestros cuerpos mórbidos. ¿Sus armas? Escaparates impolutos, asociaciones de vértigo y transacciones que borran la tristeza de golpe.

Si damos una patada al pedestal sobre el que se sustenta toda la literatura del Japón de alta gama -que viva Loewe, ¿verdad tokiotas?-, descubriremos que nos queda mucho por aprender. Para empezar, sobre la industria del denim, con las compañías Fast Retailing -dueña de Uniqlo o G.U.- y Shimamura, primera y segunda en ventas, respectivamente. El incremento de los beneficios de ambas empresas el año pasado demostró su fantástico estado de forma. Es precisamente la compañía Fast Retailing la responsable de la nueva flagship store de Uniqlo en Tokio, en pleno barrio de Ginza. Desde su inauguración en primavera, este templo de cristal ya se ha convertido en todo un símbolo del fast fashion. Sin más pretensión que la de ayudarnos a vestir bien de forma asequible, su presencia choca con la de los locales vecinos, alquilados por firmas de lujo en un barrio que creían de un abolengo intocable. Pues toma, la primera en la frente.

¿La máxima expresión del delirio cool que contamina este eje de calles? La sucursal oriental de Dover Street Market (DSM), esa catedral de marcas caras y arte emergente, comandada por Rei Kawakubo, alma máter de la firma Comme Des Garçons. Una tienda donde todo cabe y todo sobra, llena de occidentales y japos ávidos de belleza. Junto a Junya Watanabe, su protegido, han logrado exportar una visión absolutamente conceptual de la moda y sus designios -en breve, DSM abre en Nueva York-. Esos códigos tan personales se pueden encontrar -versión para dummies– en la colección cápsula que diseñaron en 2008 para H&M, condensando todo lo que habían perpetrado hasta entonces.

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KOJI SASAHARA (AP)

Chanel Ginza Building es el flagship store de la casa francesa en Tokio.

Gtres

Otros barrios de Tokio, como Harajuku o Shibuya, esconden una concepción más real del efervescente panorama comercial de la ciudad, y donde no todas las firmas son originarias de allí. Tomorrowland, Shibuya 109 –kitsch o elegante, según el viento que sople- o la nueva tienda de Isabel Marant son sólo algunos de estos ejemplos. Dressterior es otra de las marcas que respiran en japonés, con la diseñadora Reiko Taguchi pilotando la nave. O Muji, cuyas creaciones minimalistas han dado toda la credibilidad a una compañía que nació para ponernos en orden la casa. Issey Miyake, Akira Onozuka o Kenzo Takada son otros de los genios que configuran el ADN de su diseño.

También existe un Japón que se mueve en paralelo. Es el país de las Kawaii girls y las ganguros -que ya existían mucho antes que Snooki o Nicki Minaj-, de quienes nunca han asistido al Bunka College of Fashion pero tienen mucho que decir, o de las lolitas que pasean por las calles de Harajuku. Pese a las evidente diferencias que comparte con su vecino, el gigante chino no se queda atrás. Imposible obviar el hecho de que la mayoría de los retailers occidentales produzcan sus colecciones en el país, abocando la concepción original de su esquema empresarial a una nueva revolución industrial en pleno siglo XXI.

Los márgenes de beneficios de éstos son tan altos que, en ocasiones, repercuten en la calidad de los tejidos o en los propios patrones. En el caso de Inditex, el monstruoso volumen de pedidos que manejan les impide arriesgarse a esperar este tipo de sorpresas, y suelen enviar sus supervisores hasta las mismas  plantas chinas. Una práctica que otras firmas no son capaces de costear y acaban tentando a la suerte, esperando que lleguen los prototipos de vuelta, corregirlos y mandarlos de nuevo.

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Dong yanjun (©GTRESONLINE)

Trabajadores chinos en una planta textil de Jinjiang, provincia de Fujian.

Gtres

La apuesta por este país emergente no sólo se limita al proceso pre-venta. Que la mítica multimarca milanesa 10 Corso Como -ya presente en Tokio- haya decidido abrir sucursal en Shanghái demuestra que el consumidor chino tiene un enorme potencial. Fundada por Carla Sozanni -hermanísima de Franca, directora de Vogue Italia-, acaban de anunciar que en 2013 inaugurarán un espacio de casi 3.000 metros cuadrados. Para ello se ha asociado con Trendy International Group, un conglomerado chino que comprende marcas como Ochirly, Five Plus o Trendiano. Nombres que en España sonarán a chino -naturalmente-, pero que si decimos que son los Zara, Mango o Massimo Dutti mandarines es posible hacerse una idea de su relevancia.

La moda es como un rumiante que pica pastos propios y ajenos para masticarlos sin prisa, deglutirlos y vomitarlos en una ceremonia que se repite de forma cíclica. Y en China y Japón el ritual se escenifica a lo grande. El país palpitante, el del sol naciente, rivaliza con un coloso que parecía hibernar pero que hace tiempo que viste de colores -verde dólar, amarillo yen, azul yuan…-. Es en Asia donde los días amanecen temprano, cuando el resto del mundo aún no se ha acostado. Y ni se imaginan lo que disfrutan haciéndonos saber que dos ojos rasgados pueden ver mucho mejor que dos canicas caucásicas.

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