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La leyenda de la amazona desnuda que obsesiona a la cultura pop

Frank Ocean rescata la figura de Lady Godiva en su último videoclip. Analizamos la simbología de una figura reincidente en el arte del último siglo. ¿Qué esconde su historia?

Frank Ocean Lady Godiva

Aparece fugazmente en Nikes, el último videoclip de Frank Ocean, el hype musical indiscutible de las últimas semanas. Ahí está, rescatada otra vez. Una amazona completamente desnuda a lomos de un caballo blanco. La sugerente imagen de una Lady Godiva con purpurina en la cara transita por el clip del rapero entre el sentido recuerdo a Trayvon Martin, la voz de Kanye West, un chihuahua que rapea o una mujer yaciendo sobre un lecho infinito de billetes de un dólar. Decimos otra vez porque quién no recuerda haber visto esa misma imagen en alguna película o serie –Gina Lollobrigida o Kim Novak ya lo hicieron hace más de medio siglo y Alyssa Milano se puso un pelucón rubio para hacer lo propio en un capítulo de Embrujadas, por poner algunos ejemplos–; quién no ha tarareado el «passing like a Lady Godiva» del Don’t stop me know de Queen o quién no se quedó prendado de una virginal Kate Moss fotografiada en esa tesitura por Nan Goldin a principio de siglo.

Sylvia Plath la recordó en uno de sus poemas más tristes (Ariel), Groucho Marx cantó haciendo símiles con su figura, los prerrafaelitas se empaparon de su esencia y hasta The Velvet Underground recurrió a su leyenda para hablar de una transexual. ¿Qué tiene Lady Godiva para que todos vuelvan a ella una y otra vez? Pues que detrás de esa potente imagen tan simple (pero efectiva) como la de una mujer cabalgando desnuda, se esconde una leyenda heroica que desprende justicia social. No es casualidad que la edición estadounidense de Harper’s Bazaar eligiese fotografiar así a Emily Ratajkowski este mismo verano. Las fotos de Mona Kuhn mostraban su exuberancia y fuerza y la entrevista la firmaba uno de los nombres más revelantes de la tercera ola del feminismo, Naomi Wolf. Texto e imagen se unían para componer un relato sobre una actriz que enarbola su sexualidad (y su cerebro) frente a una sociedad que teme encontrarse precisamente con eso. Un desnudo de bandera frente a los que creen que la credibilidad de una mujer disminuye proporcionalmente a los centímetros que exhiba de su cuerpo.

Lady Godiva podría contemplarse como la protoFemen en este género del desnudo reivindicativo. Su leyenda se remonta al s. XI, en plena Edad Media, cuando la británica Lady Godgifu de Conventry (lo de Godiva es una latinización del apellido) se enfrentó al tirano opresor de su marido y Conde de Chester, Leofric. Ella le exigía día sí y día también que bajará los impuestos que ahogaban a sus súbditos. El tipo no solo pasaba de sus ruegos, sino que le espetó que él bajaría los impuestos cuando ella cabalgase, desnuda, por las calles de Coventry a plena luz del día. Ella le tomó la palabra y lo hizo, convirtiéndose en una heroina instantánea para los ciudadanos del pueblo –de esta leyenda también sale el mito del mirón anglosajón, Peeping Tom, ya que por lo visto el conde prohibió que nadie contemplase a su mujer en cueros a lomos del caballo y todos lo cumplieron menos ese curioso Tom, que decidió asomarse a su ventana–.

Un historia perfecta y memorable, pero que probablemente nunca ocurrió. Daniel Donoghue lo explica en Lady Godiva: A literary History of the Legend (Blackwell). Al parecer sí que existió una Lady Godgifu, casada con un hombre poderoso de la zona. El problema, al parecer, es que no se escribió sobre ella hasta dos siglos después, cuando los cronistas de la abadía bendectina de St. Albans incluyeron toda esta narrativa en sus historias.

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«Realmente es difícil pensar que una época como la Edad Media sucediera algo así. Yo me inclino a pensar que posiblemente el ‘desnudo’ no fue como lo entenderíamos en la actualidad y como se reflejó en la famosa pintura de John Collier. Quizás fuera simplemente enseñar los brazos o las piernas o incluso salir a la calle con la melena suelta. Algo que ya podría ser escandaloso para un tiempo en el que el cuerpo de la mujer debía esconderse de las miradas de los hombres», apunta Sandra Ferrer, periodista especialista en Herstory. La autora del libro Mujeres silenciadas en la Edad Media y del blog Mujeres en la Historia lamenta la hipersexualización del mito («ha pasado por demasiados tamices y ha terminado convertida en un icono remodelado bajo las ideas y estereotipos modernos») y reniega de etiquetarla como un símbolo feminista. «No en el sentido que entenderíamos esta palabra como defensora de los derechos de las mujeres. De hecho, el reto de pasearse desnuda lo hizo para reclamar una mejor situación para los súbditos de su marido, fueran hombres o mujeres. Valiente y osada, eso sí, por supuesto», aclara.

Para Ferrer, es complicado encontrar a mujeres coétaneas a Godiva que sí lo fueran, y recuerda a Leonor de Aquitania, la primera reina feminista, o a Christine de Pizán (1364-1430), la primera mujer escritora que pudo ganarse la vida con ello y reclamó en Ciudad de las damas el derecho de la mujer a ocupar su lugar en el mundo. A esta última la cultura pop no la destaca ni en videoclips, ni canciones. Ni pone nombre a unos bombones belgas. Igual porque nadie la vio escribiéndolo en cueros sobre un caballo blanco.

Arriba: Kim Novak como Lady Godiva en ‘Ojos verdes, rubia y peligros’ (1969). Abajo, a la izq. Mauren O’Haara en ‘Lady Godiva’ (1955) y a la dcha, Gina Lollobrigida en ‘Habitación para dos’ (1965).
Arriba: Kim Novak como Lady Godiva en ‘Ojos verdes, rubia y peligros’ (1969). Abajo, a la izq. Mauren O’Haara en ‘Lady Godiva’ (1955) y a la dcha, Gina Lollobrigida en ‘Habitación para dos’ (1965).Cordon Press

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