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La invasión (cinematográfica) de los abuelos salidos

Robert de Niro acostándose con chicas jóvenes en ‘Dirty Grandpa’ o Michael Caine en ‘Juventud’ ponen de manifiesto el buen músculo del ‘cine de la viagra’.

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Cordon Press

Lo ha acuñado el crítico de cine de The Guardian, Peter Bradshaw: vuelve el cine de la Viagra. Sí, al igual que existió la ‘literatura de la viagra‘ (esa a la que se apuntaron Tom Wolfe, Philip Roth y Saul Bellow hace poco más de una década escribiendo sobre hombres maduros manteniendo relaciones con chicas más jóvenes), también tenemos que prepararnos para asistir al espectáculo de abuelos salidos en pantalla grande. Señores dispuestos a (o con el deseo de) beneficiarse a jovencitas sin importar el salto generacional que les separa.

Bradshaw lo define como «un grupo de tíos engreídos envejecidos que se ven  a sí mismos como si se hubiesen quedado eternamente en los 38 años » y lo ejemplifica con dos estrenos recientes: por un lado, con la escena de un par de «machos alfa pervertidos» de Michael Caine y Harvey Keitel mirando embobados a una jovencita desnuda en una balneario en La juventud, la última de Sorrentino y con Robert de Niro «a la búsqueda de tías en biquini en Florida» en Dirty Grandpa, una película que coprotagoniza con Zac Efron, que ya acumula pésimas críticas y que está pendiente de exhibirse en nuestro país.

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Para Hollywood no es algo nuevo. Su fórmula amorosa en pantalla prácticamente sobrevive con ello. Maggie Gyllenhaal lo denunció cuando dijo que un ejecutivo le adviritió que ella, con 37 años, era «demasiado vieja» para enrollarse con con un actor de 55 años en una película. Y a las pruebas, nos remitimos. Jack Nicholson tenía 62 años cuando se lió con Helen Hunt, 34 años, en Mejor imposible. Robert Redford se enrolló con Kristin Scott Thomas (38 años) en El hombre que susurraba a los caballos. Sean Connery (69) hacía lo propio con Catherine Zeta Jones (29) en La trampa. El blog Vulture, además, añadió un buen puñado de estadísticas sonrojantes allá por 2013: Harrison Ford (59) y Anne Heche (29) en Seis días y siete noches; Richard Gere (63) y Laetitia Casta 834) en El fraude o Liam Neeson (61) y Olivia Wilde (29) en En tercera persona. Al cine más comercial, esto de involucrar románticamente a señores en la edad de prejubilarse con recién salidas de la facultad no le pilla de nuevas.

Lejos de los intereses románticos y de aventuras tórridas, lo que sorprende en este nuevo giro en el género de ‘maduro vs. jovencita’ es explotar el deseo sexual de los pensionistas. En Dirty Grandpa, De Niro liga con una universitaria a la que le pone el doble salto generacional y que le pide que haga como si ha perdido sus gafas y no pueda ver correctamente o que se queje de que los botones del mando son demasiado pequeños. «Dime que las cosas iban mejor con Eisenhower», le espeta, en un alarde de cuñadismos cinematográficos versión Insermso.

Y mientras ellos tratan de seguir disfrutando de los placeres de la carne pasada la jubilación, ¿qué pasa con ellas? Pues en la pantalla grande, nada, a excepción de leves toques cómicos como la salida del armario (con beso casto) de Jane Fonda en Ahí os quedáis, eso sí, con una amante de su edad. En televisión sí que se experimenta un poco más. Aunque los intereses románticos de las afectadas nunca suelen bajar dos generaciones. La propia Fonda y Lily Tomlin experimentan en su serie, Grace and Frankie, en el capítulo Sex, pero con partennaires de su misma edad o una generación más jovenCabe destacar que el planteamiento y las implicaciones emocionales de las protagonistas distan mucho de la mirada lasciva de Caine y Keitel en La Juventud. Debe ser que a Hollywood, entre explotar hasta la saciedad a a las MILF’s y las cougars, no le parece verosímil plantear una historia de una abuela ligándose a universitarios, aunque al revés sí. Y lo ven hilarante.

Jane Fonda y Lily Tomlin en ‘Grace and Frankie’.
Jane Fonda y Lily Tomlin en ‘Grace and Frankie’.Netflix

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