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Algunos conceptos sobre el VIH que todos deberíamos tener claros

Las personas seropositivas, gracias a los nuevos fármacos, pueden llevar una vida normal y sexualmente activa, sin miedo de contagiar a otros. La batalla está ahora en eliminar al virus para siempre y suprimir su condición crónica.

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El VIH ya no es esa enfermedad mortal que en los años 80 y 90 truncó tantas vidas. Desde hace algunos años ha pasado a ser un mal crónico del que casi no se habla, excepto el 1 de diciembre, el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, en el que los medios se ocupan de él y rememoran a sus víctimas. Cada año, el Ministerio de Sanidad publica también un informe. La última actualización de Vigilancia Epidemiológica del VIH y Sida en España, de junio de 2015, apunta que no hay que bajar la guardia ya que “actualmente la tasa global de nuevos diagnósticos de VIH en España están en niveles similares a los de otros países de la Región Europea de la OMS. Sin embargo, aunque la mejora respecto a décadas pasadas en indudable, la tasa es superior a la media de la Unión Europea y de los países de Europa Occidental”. Otra de las conclusiones del estudio es que hoy en día, el VIH es una infección que se trasmite, mayoritariamente, por vía sexual. En el 2014 se detectaron 3.366 nuevos casos de infectados por el VIH. De esos casos, el 84,7% eran varones. La trasmisión en homosexuales es la más frecuente, de un 53,9%; mientras que en heterosexuales es del 26% y en personas que consumen drogas del 3,4%.

Ser seropositivo es una cosa y tener sida otra muy distinta.

Una diferencia que aclara el doctor Vicente Estrada, jefe de sección de Enfermedades Infecciosas y VIH del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid. “El virus del VIH tiene la capacidad de atacar el sistema inmunitario. Si un seropositivo no se trata, su sistema de defensa se debilita y aparecen las infecciones oportunistas o las complicaciones relacionadas con el virus. Nadie muere de sida, sino de enfermedades relacionadas con él, como tuberculosis, neumonía por neumocystis, linfoma o esofagitis, una infección del esófago por cándida”.

Según el informe de vigilancia epidemiológica, en el 2014 se detectaron 444 nuevos casos de sida en España, de los cuales, el 79,3 % eran en varones. El 34,9% de esos casos se habían contagiado en relaciones homosexuales, el 33,3 % en relaciones heterosexuales y el 20,5 % en practicas relacionadas con el consumo de drogas. Según estos datos, y como apunta el estudio, “las relaciones sexuales no protegidas entre hombres ocupan el primer lugar en cuanto al mecanismo probable de infección en el conjunto global de datos. Por ello, el colectivo de varones homosexuales es prioritario para los programas de prevención, especialmente el grupo de entre 25 y 34 años, donde las tasas son más elevadas”. Según el doctor Estrada, “ha habido una pérdida de miedo al sida, sumado al hecho de que las nuevas generaciones no vivieron las tremendas consecuencias de esta enfermedad en los años 80 y 90. Por otro lado, los recortes en sanidad han reducido considerablemente las campañas de prevención e información a la población”.

Otro de los datos que arroja el informe es que el 50% de las personas diagnosticadas de infección por primera vez, en 2014, presentaban diagnóstico tardío. La detección precoz del virus es fundamental para poder tratar al portador y para evitar trasmisiones. Según Estrada, “hay un 30% de infectados que desconocen que lo está”. Las pruebas son gratuitas y anónimas y se realizan en la seguridad social o en las asociaciones de lucha contra el sida. Los nuevos test permiten saben en media hora si uno es portador o no del VIH.

No más bebés con el VIH

Donde la tasa de trasmisiones es cero es en la vía materno-filial, durante el parto. “Ya nadie contrae el virus de esta manera”, comenta el doctor Estrada, “es algo excepcional, podría darse en el caso de que la madre desconociera que es seropositiva –en ese caso la probabilidad de que el niño naciera con el VIH es del 40%-, pero si la mujer sigue el tratamiento, la infección al hijo es imposible”.

Antes de que se desarrollaran los fármacos contra el VIH esta vía de trasmisión no era tan rara. De hecho; Ana, 23 años, estudiante con residencia en Madrid, contrajo el virus de esta manera. Su madre murió cuando ella tenía 6 años y a los 8 la adoptaron. “Mis padres adoptivos me dijeron que era portadora del VIH a los 9 años, pero no lo recuerdo como un trauma. Era muy pequeña y no entendía muy bien lo que eso significaba. De lo que sí me acuerdo es de que tenía que tomarme siempre mi medicación”. Ana lleva una vida normal, tiene pareja, vida sexual activa y sigue tomando una pastilla al día. Los tratamientos para mantener a raya el virus han mejorado considerablemente en los últimos años. Según Estrada, “lo que ahora se receta es una combinación de tres fármacos que viene en una sola píldora, lo que simplifica mucho las cosas; ya que antes había que tomar un montón de pastillas a lo largo del día. Aunque parezca increíble, se puede decir que los efectos secundarios de esta medicación son nulos y están a años luz de los devastadores efectos de los primeros fármacos creados para combatir el virus. Antes, debido a que los tratamientos eran tan agresivos, se esperaba a que hubiera un deterioro del sistema inmunitario. Ahora en cuanto una persona descubre que tiene el VIH empieza a tomar la medicación. Lo que se pretende con eso es que el nivel de inmunidad se mantenga en unos índices aceptables y que la carga viral en sangre sea indetectable –ambas constantes pueden medirse con análisis–».

Una persona seropositiva que esté en tratamiento y cuya carga viral no se detecte en sangre puede, incluso, mantener relaciones sexuales sin preservativo. “La posibilidad de trasmisión es prácticamente imposible”, asegura Estrada, “aunque hay algunas personas que son partidarias de usar condón, para curarse en salud”.

Si los actuales tratamientos contra el VIH pueden hacerlo imperceptible en el flujo sanguíneo, uno puede entonces pensar que el paciente está totalmente curado y que su cuerpo ha conseguido eliminar el virus completamente. Según Estrada, “ahí está el gran problema, porque cuando se le suprime la medicación a un seropositivo, con el tiempo, la carga viral vuelve a subir. Es por esto por lo que la enfermedad es todavía crónica. No sabemos exactamente lo que pasa en el cuerpo, que hace que el virus cobre fuerza de nuevo. La mayoría de los investigadores creen que, aunque el VIH no se detecte en los análisis y no esté en la sangre, sigue en el organismo, en estado semilatente, en el reservorio de las células inmunes. Si se pudiera purgar ese reservorio, vaciarlo, conseguiríamos la cura definitiva a esta enfermedad. Esta es una de las vías de investigación actuales, la otra es la de conseguir una vacuna”.

Todavía hay estereotipos contra los que luchar

El último informe Creencias y actitudes de la población española hacia las personas con VIH, del 2012, elaborado por la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (SEISIDA), retrata conductas y creencias que son producto de una desinformación evidente respecto a este trastorno. La mayor parte de los encuestados en la elaboración de este estudio cree que el VIH está todavía muy relacionado con determinados colectivos como prostitutas (72,2%), drogadictos (66,5%), gente promiscua (60,6%) y homosexuales (39,1%).

Un 15,1% piensa que puede contraer el VIH compartiendo un vaso con un seropositivo; un 17,3% en los baños públicos, si previamente un portador los ha utilizado, y un 14,9% asegura que puede infectarse si un portador el virus que está a su lado tose o estornuda. Según Vicente Estrada, “mucha gente todavía tiene la idea de que el VIH es una enfermedad infecto contagiosa como la tuberculosis. Pero, como sabemos, se trasmite por la sangre y las secreciones genitales”.

Esta falsa idea sobre las formas de infección conlleva actitudes de discriminación hacia los seropositivos. Según el informe, un 58,8% de los encuestados se sentiría bastante incómodo si un compañero de clase de su hijo estuviese infectado; y entre este grupo, un 40 % cambiaría de colegio. Un 30,8% no se sentiría seguro si su colega de trabajo tiene el VIH, y en este colectivo, un 31,1% pediría cambiarse, o cambiar al compañero, a otro departamento.

Juan Ramón Barrios –56 años– es presidente de CESIDA, Coordinadora Estatal de VIH y Sida. Él es seropositivo y llegó a desarrollar la enfermedad, tras contraer el virus en los años 90. “Muchos de mis amigos lo tenían, así que hubiera sido un milagro que yo no lo hubiera cogido”, comenta. Barrios fue de los que probaron aquellos primeros tratamientos tan fuertes. “Yo empecé con la terapia combinada en el 97 ó 98. Era una media de 15 a 20 pastillas que tenías que tomar a diferentes horas del día y que te dejaban muy mal. Entre los efectos secundarios más evidentes estaba el de la lipodistrofia. Es decir, una mala distribución de la grasa corporal. A algunos se le retiraba de la cara, lo que te daba un aspecto de cadáver, y a otros se le acumulaba en el cuello o el abdomen. Pero también estaban los cólicos renales, diarreas, insomnio…”. Barrios vivió la discriminación en primera persona, lo que le costó su puesto de trabajo. “Yo estaba empleado en un taller de joyería, y como iba mucho al médico me preguntaron que me pasaba. Les conté la verdad porque, además, uno de los del taller era homosexual y esperaba que comprendiera mejor el problema. Me dijeron que no me preocupara, pero cuando llegó la renovación de mi contrato me despidieron”.

El momento en el que alguien descubre que eres portador del VIH y, automáticamente, se desata el pánico, llegó también para Ana, “en el colegio en el que yo estudiaba, un profesor supo que era seropositiva y lo hizo público. Hubo todo tipo de reacciones. Amigos que me apoyaron pero también otros muy preocupados porque habían compartido los baños, tocado o estado cerca de alguien infectado. Yo me limité a esperar a que acabara el curso, mi último año allí. Aunque han pasado ya años de esto, lo que percibo es que, sobre todo los jóvenes, desconocen mucho el tema. Mientras unos piensan que es como una gripe, otros creen que el sida es algo mortal”. Pero, como apunta Vicente Estrada, “todo el mundo que ha tenido practicas de riesgo debería hacerse la prueba. La detención precoz es fundamental para su salud y para evitar trasmisiones”.

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