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Sexualidad en imágenes: los mejores ilustradores eróticos

El poder evocador y fantasioso de los dibujos los hace perfectos para recrear la imaginería sexual. Hablamos con algunos de sus mejores autores.

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De todos los soportes artísticos sobre los que erotismo puede cabalgar, el libro y la ilustración son los que dejan más espacio a la fantasía. Pero, mientras un relato erótico cuenta con un montón de palabras como arsenal disuasorio, la imagen debe llegar a nuestras retinas como un mensaje subliminal y provocar una emoción similar a la de la poesía.

Los dibujos subidos de tono fueron antes que las fotos y las películas, por eso poseen una larga experiencia a la hora de tomar el camino más corto hacia nuestra libido, evocar otros mundos, recrear y materializar sueños eróticos e imaginar nuevas y variadas parafilias, para las que todavía no se han inventado nombres ni denominaciones. El arte Shunga japonés o la pintura mogol del norte de la India, que suele utilizarse para ilustrar las ediciones del Kamasutra, fueron los primeros cómics eróticos que tuvieron que pasar la censura y que compartían su labor didáctica con la de calentadores sexuales.

Cuando se habla de dibujantes eróticos el primer nombre que viene a la cabeza de inmediato es el de Milo Manara, probablemente el que mejor ha plasmado las caras de mujeres a punto de experimentar el éxtasis. Algo que para muchos, resulta infinitamente más excitante que hermosos y perfectos cuerpos. El Click o El perfume del Invisible son sus trabajos más universales, aunque últimamente parece haberse enganchado al Renacimiento con sus comics sobre Los Borgia o Caravaggio, repletos del erotismo que lo ha consagrado en este campo del dibujo. Tampoco fue desdeñable el trabajo de la artista Gerda Wegener, que además de publicar ilustraciones en Vogue, escandalizó a la sociedad de principios del siglo XX con ilustraciones eróticas de sexo entre mujeres.

La ilustración erótica está hoy en plena forma y cuenta con numerosos autores que coquetean con el futuro y la ciencia ficción; o con el pasado, las pin ups, la herencia de Alberto Vargas o la de Guido Crepax, creador del personaje de Valentina.

Uno de los dibujos de Gerda Wegener que escadalizaron a la sociedad de la época.
Uno de los dibujos de Gerda Wegener que escadalizaron a la sociedad de la época.Corbis

Erotismo del día después

Para muchos dibujantes, el erotismo no casa muy bien con el presente y la cotidianeidad. Algo que subraya el ilustrador español Luis Royo: “El tiempo actual no me interesa demasiado, porque me deja un cierto complejo de Polaroid. Prefiero irme al pasado imaginario o al futuro. No concibo la ilustración sin fantasía, es como quitarle el alma”. Royo empezó en el mundo del comic de ciencia ficción y fue derivando hacia el erotismo, algo que preocupó a sus editores que, según cuenta, “me advirtieron que fracasaría”. Hoy en día es conocido en el mundo entero por sus Prohibited Books –cuatro versiones-, sus Suversive Beauties -sensuales y letales guerreras- y sus dos ediciones de Malefic Times. Ahora Royo trabaja en la tercera versión de esta última saga de libros ilustrados, en los que la protagonista, una libidinosa y fuerte superviviente de un Nueva York apocalíptico, lucha por mantenerse viva entre ángeles, demonios y multitud de seres inclasificables. “Cuando dejé el comic y me pasé a hacer mis libros me extrañaba mucho que en las ferias la mayor parte de mis lectoras fueran mujeres. Yo creo que el género femenino es más complejo y busca un erotismo lleno de simbología, menos directo que el que puede enganchar al hombre que, en este sentido, es más plano. En Prohibited quise acercarme lo más posible a la pornografía. La diferencia entre erotismo y porno es casi invisible y no está en lo que ves, sino en cómo lo ves. Un beso puede ser un acto explícito, descarnado y una relación sexual algo etéreo, metafórico”.

Los personajes femeninos son, a menudo, los protagonistas de muchos de estos ilustradores. En palabras de Royo, “porque el cuerpo femenino expresa mejor el erotismo y sus contradicciones. Puedes dibujar un cuerpo o rostro delicado pero con mirada o inclinaciones perversas. Pero si pones a un hombre solo nunca funciona. Los caracteres masculinos no son tan poliédricos. No tienen tantos matices”.

Uno de los trabajos de Luis Royo.
Uno de los trabajos de Luis Royo.Cortesía de Luis Royo

El italiano Paolo Eleuteri Serpieri, apuesta también por las féminas poderosas y adictas al sexo. Su personaje de Druuna, una voluptuosa habitante del mundo caótico y peligroso del futuro, tuvo una generosa acogida desde su primer libro, Morbus Gravis (1985), que vendió más de un millón de copias en 20 idiomas diferentes. Seguramente por sus escenas de sexo explícito con todo tipo de humanos y seres mutantes. El norteamericano Richard Vance Corben, cuenta, sin embargo, con un personaje masculino, Den, para narrar sus aventuras erótico-futuristas. Nuestro héroe, un ingeniero de la época actual se traslada a un mundo de violencia y aventuras, repleto de mujeres con grandes pechos. El propio personaje sufre una transformación física y pasa de ser un enclenque a un hombre musculoso y con un enorme pene. Alguien al que las poderosas mujeres de Corben obligan a usar su sexualidad sin descanso. El argentino ubicado en España, Horacio Altuna, combina la sátira con el erotismo y sus personajes femeninos son mujeres jóvenes y desinhibidas, seguras de su sexualidad, para las que los hombres no siempre resultan estar a su altura. Altuna ha colaborado con la revista Playboy.

Ilustración firmada por Eleuteri Serpieri
Ilustración firmada por Eleuteri Serpieri

Ilustradores japoneses. Perversión refinada.

La magistral fórmula nipona de hacer que el pasado sea la vanguardia y el futuro tenga tintes retro es un ingrediente esencial en la filosofía de muchos de sus más destacados ilustradores eróticos, que juegan con los tiempos a su antojo. Entre todos ellos, Hajime Sorayama es el más popular y sus trabajos se exponen en museos de arte –su diseño para el robot de Sony, AIBO, forma parte de la colección permanente del MOMA- y ganan premios, como el Vargas Award. Este artista ha trabajado para Nike, George Lucas, Aerosmith, Playboy, Penthouse, Marvel Comic o Disney. Sus gynoids, sugerentes androides con formas femeninas, salieron a la luz en 1983 en su libro Sexy Robot y siguen siendo sus personajes más destacados, como demuestra una de sus últimas publicaciones, Sorayama XL (2014).

Yuji Moriguchi mezcla el Manga, género con el que empezó su carrera, con la pintura Shunga japonesa. Geishas descaradas, colegialas penetradas por los tentáculos de un pulpo, amas de casa que se masturban con productos de la cesta de la compra o calamares gigantes, con formas fálicas, que raptan a lolitas en la playa. A menudo las obras eróticas de Yuji son encargos en los que el cliente hace sugerencias al artista sobre la fantasía que quiere que represente. En los dibujos de Yoji Muku, mucho más perversos, el shibari, la modalidad japonesa del bondage que se rige por principios técnicos y estéticos, es el personaje principal. Takato Yamamoto va más allá y aúna todos elementos: manga, estética shunga, mujeres inmóviles bajo las cuerdas, calaveras, referencias góticas, vampiresas, cementerios e inspiración del arte europeo de finales del siglo XIX. Pero seguramente, el título de enfant terrible de la sexualidad en imágenes se lo lleve, en Japón, Namio Harukawa, natural de Osaka. Un espíritu provocador que nada a contracorriente. Mientras la imaginería sexual nipona se decanta por rostros infantiles y jovencitas inocentes, este ilustrador es conocido por sus mujeres rotundas, con sobrepeso y un afán dominante, que se sientan sobre rostros de hombres débiles, sumisos y temerosos. Algo así como un Botero perverso y oriental.

Ilustración de Sorayama.
Ilustración de Sorayama.

Pin ups revisadas

Las chicas de calendario es otra de las temáticas recurrentes de muchos de los artistas que se dedican a traducir el erotismo en imágenes. La francesa Serge Birault es una de ellas. Su pintura digital retrata a mujeres sexys, traviesas, con malas intenciones y, a menudo armadas. Sin embargo, como Birault confiesa, la sexualidad no es una de sus intenciones a la hora de dibujar. “Mi concepción personal del erotismo es muy diferente a lo que yo pinto. No trato de hacer imágenes eróticas. Me sería muy difícil definir lo que es, porque cada uno tiene su propia percepción de lo que esta palabra significa”. Sin embargo, esta dibujante reconoce que “la pintura es el único medio perfecto para trazar curvas. Puedes engañar y hacer trampas para obtener la curva perfecta”. El humor es también un ingrediente esencial de las imágenes de Birault , “el arte de las pin ups es siempre sobre chicas sexys, pero yo creo que hacer algo que sea también gracioso es más interesante”. Sus ilustraciones, según la propia autora cuenta, interesan mucho al género femenino, “la mitad de mis seguidores son chicas. Y yo creo que es porque retrato mujeres fuertes, no víctimas”. Sus fuentes de inspiración son muy numerosas, “los dibujos animados, nombres como Dean Yaegle, Bruce Timm, Shane Glines o el propio Hajime Sorayama”, pero también cuadros de Rembrand, las obras del ilustrador Norman Rockwell, que retrató como nadie el estilo de vida norteamericano, o actrices del momento como Gong Li o Amanda Seyfried. La propia Serge parece una caricatura fuerte e irónica de Betty Page, la reina de las pin ups. Olivia de Berardinis, desde Malibú, también rinde culto en sus dibujos a las mujeres ligeras de ropa, sugerentes, agresivas.  Mitad humanas, mitad animales o robots; pero casi todas con tintes retro, o con vocación de avatares de Dita Von Teese, Marilyn Monroe o pin ups legendarias. Mientras, la obsesión de Marcus Gray, de Glasgow, por el látex, lo convierte en el referente de los adictos a este erótico tejido.

Una obra de Milo Manara.
Una obra de Milo Manara.

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