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Cuidado, Leo, ganar un Oscar puede ser el fin de tu carrera

Pese a que el actor lleva persiguiéndolo con ahínco durante años, el premio también puede suponer el comienzo del declive de una filmografía exitosa. Repasamos los casos más llamativos.

DiCaprio
Getty

Este 28 de febrero se celebra una nueva edición de los Oscar, el mayor (o más publicitado) reconocimiento al que cualquier miembro del mundo del cine puede optar. Con una docena de nominaciones, El Renacido de Alejandro G. Iñárritu se posiciona como la favorita para triunfar en la gala y con su estrella, Leonardo DiCaprio, listo para celebrar su anticipadísimo triunfo. La que quizá sea la mayor estrella del cine actual está ante una oportunidad de oro para ver reconocido por fin su trabajo, tras haberse ido de vacío hasta en cinco ocasiones. Pese a la impaciencia global ante la llegada de su consagración como mejor actor del año, con eventos en Facebook invitando a celebrar su triunfo en lugares tan emblemáticos como la Plaza de Colón de Madrid, otras voces disienten de la idoneidad de premiar al actor. No por su aptitud o merecimiento, sino porque alcanzar su ansiado objetivo puede significar el fin de una lucha sin cuartel que nos ha regalado trabajos de encomiable riesgo y brillantez. No sería el primer talento (ni seguramente el último) en ver empobrecida su filmografía tras ser el objetivo de los focos del Dolby Theatre. El reconocimiento de la Academia es una manzana envenenada que no todos son capaces de digerir y la lista de contagiados ya cuenta con decenas de nombres. ¿La morderá también DiCaprio el domingo?

“Si alguien después de ganar un Oscar te dice que puede escoger películas que serán éxitos, está mintiendo”, aseguraba Halle Berry, primera afroamericana en ganar el galardón a mejor actriz por Monster´s Ball. La que fuera una de las sex symbols más reclamadas a comienzos del siglo (su salida del mar en Muere otro día perdura aún en nuestra retina) vio como el empuje del premio quedaba solapado tras el gran fracaso de Catwoman. Situación que se viene multiplicando en las categorías femeninas, debido a la consabida ausencia de personajes para actrices entradas en la madurez. Kim Basinger (L.A. Confidential), Catherine Zeta-Jones (Chicago) o Gwyneth Paltrow (Shakespeare in love) son otros ejemplos de intérpretes que llevan más de una década sin conseguir un papel con aspiraciones a premios. Unas optaron por el casi retiro, como Cher, con apenas cinco películas en 30 años desde Hechizo de luna. Otras son objetivo de aquellos empeñados en solo valorarlas por lo respectivo a su físico, como el polémico caso de Renée Zellweger (que intentará resucitar su carrera con una nueva entrega de Bridget Jones) o Hillary Swank, que desde su colosal Maggie Fitzgerald en Million Dollar Baby, solo ha conseguido volver a la palestra gracias al hilarante debate sobre su atractivo en la serie The Office.

Las series de televisión se han convertido en el último reducto de muchos de estos oscarizados, como la misma Halle Berry o Cuba Gooding Jr. Tras robarle cada plano (y la estatuilla) a Tom Cruise en Jerry Maguire, el actor ha experimentado su tránsito por el desierto hasta que su reciente papel de O.J. Simpson en la serie American Crime Story le ha devuelto a las portadas. Algo parecido pasó con Anna Paquin, rescatada para la causa por los vampiros de True Blood, pese a que con 11 años fue una de las actrices más jóvenes de la historia en ganar un Oscar gracias a El Piano. Precisamente Jane Campion, realizadora de la película y mejor guionista en 1993, ha visto también como su filmografía posterior no refutaba las expectativas levantadas tras el premio. Parapetada en la televisión, lo último que hemos visto de ella es la muy interesante Top of the lake, con Elisabeth Moss (Mad Men).

Halle Berry y Adrien Brody, dos oscarizados que no pudieron mantenerse en la cima.
Halle Berry y Adrien Brody, dos oscarizados que no pudieron mantenerse en la cima.Cordon Press

Sin duda, los pasos de Roberto Benigni sobre las butacas de la platea es uno de los momentos más recordados de la historia de los premios. Su interpretación del entrañable Guido en La vida es bella le valió la estatuilla a mejor actor en 1999. Dedicado de lleno al teatro, estuvimos años sin saber nada de él hasta que Woody Allen intentó sacarlo del retiro en A Roma con amor. También fue el director neoyorquino quien daría su mejor papel en años a otro olvidado, Adrien Brody, un perfecto Salvador Dalí en Midnight in Paris. El que fuera el actor protagonista más joven en llevarse el galardón gracias a El Pianista (29 años) ha entrado en un bucle profesional tan prolífico como cuestionable. Rueda una media de tres películas al año, la mayoría producciones marginales de videoclub y solo los papeles que le regala su amigo Wes Anderson son dignos de atención. No es de extrañar entonces que algunos ya le denominen como “el nuevo Nicolas Cage”. El oscarizado intérprete de Leaving Las Vegas se ha convertido en el perfecto ejemplo de estrella con carrera menguante. Una inestabilidad con la que el propio actor parece sentirse muy cómodo, ya que según confesó a la web Moviefone “si intentas hacer películas para ganar Oscars, estás en el camino equivocado. Yo estoy tratando de crear un tipo de entendimiento cultural a través de mi musa, que es parte del zeitgeist que no es motivado ni por vanidad ni portadas de revistas o premios. Es más contra-crítico, no tanto contra-cultural”. ¿No entienden nada? Tranquilos, nosotros tampoco.

Si una buena mañana Cage se despierta decidido a resucitar su carrera será mejor que no pida consejo en su familia. Su tío, Francis Ford Coppola, es uno de los directores más laureados pero también cuestionados hoy en día. En los últimos años se ha dedicado a producir las películas de su hija Sofia (Lost in Translation), cuidar su fructífero viñedo y dirigir películas (lo son, aunque no te suenen) como Distant Vision, Twixt o Tetro. Ah, y también acaba de ganar un Premio Príncipe de Asturias. Será que Twixt bien lo merece (¿seguro que no es una chocolatina?). Aunque para ser justos, tras unas obras tan redondas como El Padrino o Apocalypse Now resulta difícil ponerle peros a su jubilación “en diferido”. No es ese el caso de compañeros como Bob Fosse y John G. Avildsen. El primero le arrebató un (polémico) Oscar al propio Coppola por su dirección en Cabaret, para después volver a Broadway sin dejar rastro (no vaya a ser que la Academia reconsidere su decisión). El segundo dirigió Rocky, elegida mejor película por delante de Taxi Driver o Todos los hombres del presidente. Tras el cuestionable criterio del premio, en su filmografía posterior lo más destacable es la trilogía Karate Kid. A comienzos de los 90 encontramos otro gran nombre. El férreo rostro de Kevin Costner forraba las carpetas de estudiantes de todo el mundo cuando decidió mostrarnos su  notable destreza tras la cámara en Bailando con lobos. Luego llegarían la denostada Waterworld, Mensajero del futuro y demás despropósitos. ¿Quién sabe si Costner o cualquiera de los nombres de esta lista pueda seguir el ejemplo de los Keaton o Stallone y volver por todo lo alto a la gala? Mientras tanto nosotros, y como ya haría su inolvidable compañera en El guardaespaldas, Whitney Houston, solo podemos expresarle nuestro cariño imperecedero. Porque teniendo una canción así, querido Leo, ¿quién necesita un Oscar?

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