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El Dr. Miami o por qué los cirujanos plásticos son las nuevas estrellas de Snapchat

La retransmisión de operaciones de cirugía son lo último en Internet. Bienvenidos a la era de los quirófanos como platós improvisados, la desaparición de la privacidad y millones de seguidores convertidos en potenciales clientes.

cirujanos plásticos
Instagram

“Quizá os acordéis de esta muñequita sin curvas de nuestra fiesta de disfraces. Seis semanas después…” Con estas palabras, acompañadas de cuatro emoticonos de llamaradas y un vídeo de primeros planos de la paciente con música rap, es como Michael Salzhauer, alias Dr. Miami, descubre a su más de un millón de seguidores las virtudes de su trabajo. El cirujano plástico más famoso del mundo ha pasado en apenas un año de ser un completo desconocido fuera del estado de Florida a competir con Kylie Jenner por ser el usuario de Snapchat más relevante en los Shorty Awards. En febrero de 2015, sus primeras imágenes recibían unas 20.000 visitas, hoy en día cada post suma un millón y medio de visionados. Salzahuer lidera una nueva ola de especialistas en el continente americano que han decidido meter las cámaras de sus smartphones hasta el mismísimo quirófano: retransmitiendo operaciones en tiempo real, evoluciones de los postoperatorios y finalmente, la exposición del trofeo (siempre mujeres, los pacientes varones brillan por su ausencia en estas cuentas), el envidiable resultado. Millones de usuarios de internet lo consumen en masa y con voracidad, desprovistos de cualquier escrúpulo, convertidos en voyeurs quirúrgicos de esta orgía del culto al cuerpo. Y los límites éticos y morales, si existen, todavía parecen estar en cuarentena.

El doctor Andrés Ruiz, con cerca de 100.000 seguidores solo en Instagram, es uno de los cirujanos plásticos más seguidos de habla hispana. Este especialista venezolano, apodado el ‘cirujano de las Misses’ por su desempeño con decenas de modelos y su colaboración con el certamen de belleza del país, cuenta a S Moda el origen de este fenómeno. “Me ocurrió casi por accidente, porque mi propósito no era ser famoso ni atraer al público. La intención inicial era mostrar mi trabajo como cualquier escultor muestra con orgullo sus obras de arte”. Antes de la cirugía, Ruiz pide un consentimiento firmado para publicar cualquier fotografía. “Soy estricto, las imágenes tienen que cumplir una serie de requisitos éticos y profesionales para respetar a los pacientes, como ocultar su identidad y las áreas más íntimas”. Pero el boom de la exposición en las redes no solo les atañe a ellos, también ha calado entre sus clientes. “Algo curioso que me está ocurriendo cada vez más frecuentemente es que son los pacientes quienes me solicitan publicar sus imágenes. Y si no las publico, me protestan por no haberlo hecho”, afirma.

En el caso del Dr. Miami, la popularidad es tal que la expansión de su negocio ha traspasado las paredes de la consulta. Este judío ortodoxo de 44 años vende camisetas con su logo, presenta un programa de entrevistas con las pacientes como invitadas en el que, por algún misterioso capricho de la escaleta, siempre acaban haciendo twerking; y comercializa su exitoso método (previo pago de 15.000 dólares) con los cirujanos que deseen replicarlo en otras ciudades. Actualmente, Los Ángeles, Dallas, Minneapolis o Toronto ya cuentan con su estirpe de pseudodoctoresmiami bendecidos por Salzhauer. “Es como tener tu propio reality show en el bolsillo, pero como no tienes censores ni cadenas a las que responder, haces lo que te parece entretenido o divertido, y educativo”, explicó el doctor a la web E! News. Pese a sus reticencias con la censura de las cadenas, actualmente se encuentra rodando un programa de televisión que debería emitirse el año que viene. Mientras su caché televisivo sigue creciendo, el profesional ha alcanzado la cima: su consulta ya tiene una lista de espera de dos años.

La serie Nip/Tuck, emitida hace una década, se convirtió en un fenómeno de audiencia gracias a su aproximación provocativa al mundo de la cirugía, pero manteniendo siempre una cierta distancia con el trabajo dentro de un quirófano. Ahora esa prudencia se ha esfumado. Matthew Schulman, cirujano plástico “celebrity de Nueva York” (según su cuenta de Twitter), despliega una suerte de collage gore que muestra desde cómo sacar un pezón y volver a coserlo, hasta los pedazos de piel extraídos durante una liposucción. Todo acompañado de emoticonos, bromas sexistas, hip hop y mucho marketing. En el caso de Schulman, obsequia a sus clientas con unas bragas personalizadas (con las que también hace malabares en el quirófano). Un millón de personas al día se sienten atraídas por los vídeos de su cuenta de Snapchat. Seguimiento similar al de Sandra Lee, dermatóloga especializada en acabar con los granos de pus, puntos negros y espinillas de sus pacientes, para mayor placer de los miles de mirones que disfrutan de su trabajo en la red.

Son muchas las voces críticas que tildan estos comportamientos de poco profesionales y piden tomar medidas. En el caso de Venezuela, ya hay una normativa pionera en Latinoamérica sobre el uso de las redes sociales, sus condicionantes morales, y por la que doctores como Andrés Ruiz deben regirse. En Estados Unidos aún no ha llegado. «Nuestros comités éticos están trabajando en ello. No hay duda de que algunos médicos en Snapchat no están siendo profesionales, con comportamientos poco íntegros”, aseguró Dan Mills, presidente de una asociación de cirujanos plásticos al New York Post. “Si retransmitimos en directo una cirugía y algo va mal, ¿voy a pensar más en el paciente o en la retransmisión? Por eso no dejamos entrar en el quirófano a los familiares o a los amigos, para no comprometer el juicio”.

Los aludidos justifican esta presencia en redes desde un punto de vista educacional, como una ayuda para que los futuros clientes estén más tranquilos antes de someterse a las operaciones. Resulta cuanto menos paradójico comprobar el enorme número de seguidores que sienten atracción por las imágenes de un quirófano o la evolución de un postoperatorio, teniendo en cuenta el pánico que la mayoría de los pacientes sentirían antes de una intervención de esa magnitud. “Sí, es algo paradójico. Pero Internet les permite obtener la información sobre el procedimiento que desean e incluso descubrir que pueden mejorar algún aspecto estético con el que no contaban. Es todo un fenómeno, porque desde un acercamiento que se inicia en las redes sociales se consigue crear un enlace médico-paciente”, asegura el Dr. Ruiz, que nos reconoce el indiscutible aumento de clientes gracias a su popularidad en las redes.

Más allá de los escrúpulos de cada uno, y dejando a un lado cuestiones éticas y criterios de elegancia, estos cirujanos no han dado con ninguna fórmula revolucionaria. La historia del patito feo que se convierte en cisne lleva décadas generando fascinación en la tele (en nuestro país encontramos desde Cambio Radical al más reciente Cámbiame); aunque nunca de manera tan explícita. En una sociedad que disfruta como nunca de la violencia, siendo las dos series con más repercusión internacional (Juego de Tronos y The Walking Dead) un festival de vejaciones, mutilaciones y muertes, parece algo inocente escandalizarse porque millones de jóvenes contemplen absortos el trasiego de una mesa de operaciones. La gran diferencia aquí es que la sangre, todavía, no es un efecto especial.

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