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Abuelo, préstame tu reloj de bolsillo

Los relojes de pulsera plantan cara a los smartphones y se resisten a ser especies en peligro de extinción

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A estas alturas de la vida reivindicar el reloj de bolsillo suena entre viejuno y snob. Pero ahí están. Creados originalmente para hombres (las mujeres existían pero no contaban) pero que hoy (que sí que contamos) en una mujer con look masculino queda de lo más cool. Añádase al conjunto una corbata y el chaleco de vestir del que emerge orgullosa la cadena del reloj del abuelo. O un Pocket 1920 de Tissot, una de las marcas que apuesta fuerte por los relojes de bolsillo. Este es el último atrevimiento de algunos estilistas que de cuando en cuando reivindican la estética steampunk y su fascinación por los inventos mecánicos de la época victoriana. Y que así han logrado devolver a las calles tan obsoleto artilugio.

Pero hagamos algo de historia. Poco contentos que se quedaron Santos Dumont y Cartier cuando a principios del siglo XX liberaron el reloj de los bolsillos de los caballeros para colocarlo sobre sus muñecas. Nacía así el reloj de pulsera, pensado inicialmente para que los pilotos de avión pudieran mirar cómodamente la hora sin riesgo de estrellarse por no estar atentos al cielo. El invento venía llamado a revolucionar la civilización humana como ya lo hicieran en su día la rueda, la imprenta o el jabón. Pero no hay dicha que mil años dure y el advenimiento del siglo XXI le trajo al reloj de pulsera el peor enemigo imaginable: los smartphones. Ese cachivache ideado inicialmente para hablar y que se ha convertido en nuestra tercera mano, con infinitas funciones, apps y sonidos. Y, por supuesto, con reloj. Así que, si estamos todo el santo día pegadas a una pantalla (o varias) que nos dan la hora a cada instante, ¿quién quiere reloj de pulsera?

Pues a tenor de las ventas, millones de ciudadanos. De hecho, el pasado 2011 fue el mejor ejercicio en cuanto a ventas globales de relojes en los últimos veinte años. En la reunión anual en Baselworld – la madre de todas las ferias relojeras que sirve para tomar el pulso al sector – los popes de la industria sacaban pecho con las cifras en la mano. En una entrevista concedida a WatchTime el presidente del grupo Swatch, Nick Hayek Jr, afirmaba que “en 2011 hemos experimentado un crecimiento de nuestras exportaciones del 19%”. En la misma línea François Thiébaud, director del Comité de Expositores Suizos de Baselworld, hablaba con franqueza de la posibilidad de que “se superara sin problemas el umbral de los 20 billones de francos suizos en exportaciones relojeras para 2012”.

Buena parte del éxito de los relojes viene del aumento de las importaciones a países emergentes, sobre todo, en los países del Golfo Pérsico y los indispensables B.R.I.C (Brasil, Rusia, India y China). Los nuevos ricos compran relojes de lujo para mostrar poderío. Pero en la Vieja Europa y EEUU se ha producido un cambio de mentalidad y los relojes han pasado a ser una joya de alta tecnología y un complemento de estilo. Y como tal, sometido a la voracidad de un consumo de temporada. El reloj ya no sirve para saber la hora pero viste la muñeca. Y, en el caso de las manufacturas de lujo, da clase y comporta una pasión por la tecnología que, en palabras de Mercedes Canos, Directora de Marca de Jaeger-LeCoultre “supone que nuestras clientas son verdaderas enamoradas de la relojería (igual que los hombres) que valoran por encima de todo la belleza de los movimientos creados, fabricados y ensamblados ‘en casa’. De hecho hemos notado que mientras antes la mujer que llevaba un reloj de lujo solía ser un regalo, cada vez son más las clientas directas con expectativas claras y definidas y decisión de compra en tema de relojería”.

Modelo de Jaeger LeCoultre.

Jaeger LeCoultre

Sotto voce algunas compañías relojes confiesan que muchos de sus clientes lo que buscan ya es tendencia, combinar con el resto del outfit y cambiar en la medida de lo posible cada temporada. Toy Watch se hizo célebre tanto por sus colores chillones como por ser una de las favoritas de Michele Obama aunque esta temporada apuesta por un toque vintage. Su competidora, Ice Watch, ha desarrollado Ice-Match, una aplicación para iPad que ayuda a elegir reloj según la ropa del usuario. Sin tanta cibertecnología pero con la misma finalidad los Linea de Baume Mercier permiten cambiar de estilo con sus correas intercambiables. Pero en este sentido, sin duda, los reyes de la tendencia son los diseños de Swatch. Con constantes colecciones cápsula con artistas urbanos, colecciones puntuales para San Valentín o Halloween. Desde los Colour Codes en vivos colores y por un precio razonable (38 €) a los más elegantes modelos Irony que llegan hasta los 155 €. Relojes pensados para llevar una temporada y cambiar a la siguiente sin excesivo cargo de conciencia. Su público objetivo: jóvenes, adictos a la moda y sin grandes presupuestos.

Descaradamente en esa línea y dirigidos al sector femenino se mueven los recién llegados Mark Maddox, distribuidos por la casa Munreco (que también distribuye Viceroy y Maurice Lacroix). Concebidos claramente como relojes low cost, con ampulosos diseños imitando oro, correas de animal print o grandes pulseras de carey y a precios que fluctúan entre los 29 y los 59 €. En tiempos de crisis fashionistas, bloggers y adolescentes ávidas de moda pero con exiguos presupuestos ya han puesto sus ansias aspiracionales en estos relojes.

En gamas superiores los relojes dirigidos a mujeres afinan y diversifican diseño. Incluida la noche, donde, según los rigores del protocolo las mujeres no deben llevar reloj si visten traje largo (aunque ninguna norma impide meter el smartphone dentro del clutch). “A muchas mujeres no les gusta las convenciones”, afirma Canos, “e igual que se ponen joyas para salir de noche les gusta llevar un reloj-joya elegante. La prueba está en el Festival de Cine de San Sebastian donde grandes actrices como Susan Sarandon, Maribel Verdú, Ángela Molina o Aida Folch lucieron nuestros relojes en la alfombra roja vestidas de noche”.

Para marcar las horas del resto del día el mercado se hace especialmente voraz. Hasta las firmas de moda entran abiertamente a competir por ese mercado. Versace, Gucci, Tommy Hilfiger o Burberry extienden sus tentáculos por el mundo de las esferas, manecillas y mecanismos de precisión. La icónica casa británica acaba de lanzar The Britain, alta relojería inspirada en los trenchs de la casa con diseño supervisado por el propio Christopher Bailey aunque los movimientos se fabrican – cómo no – en Suiza. Hay diseños para todos los gustos y bolsillos. Más aún, algunas rebeldes como Elle McPherson o Cate Blanchett de cuando en cuando se pasean con modelos masculinos de la casa IWC, algo grandes en la delicada muñeca de una mujer pero que sin duda imprimen carácter.

Ante este mare magnum de diseños, tendencias y nuevos usos las casas relojeras han espabilado a toda máquina creando nuevas funciones para el reloj más allá de marcar horas y minutos. Burg permite insertar una tarjeta SIM y usar el reloj como teléfono móvil, TomTom y Nike sacan conjuntamente SportWatch, un reloj con GPS que permite utilizar el sistema Nike+ para saber cuántos kilómetros se han corrido cada vez que se sale a hacer running y el Swatch Snowpass permite cargar el forfait y ahorrarse colas en más de 700 pistas de todo el mundo. Visto lo visto, ¿de verdad que hay quien cree que el reloj está tocado de muerte?

Swatch Snowpass permite cargar el forfait y ahorrarse colas en más de 700 pistas de todo el mundo.

Swatch

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