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6 cosas que las francesas hacen mejor que tú

O en eso se empeña la cultura popular. Recopilamos los seis mitos que más daño han hecho a la autoestima del resto de ciudadanas del planeta.

TOURNAGE DU FILM «VIVA MARIA» DE LOUIS MALLE AU MEXIQUE : RENDEZ-VOUS AVEC BRIGITTE BARDOT
Cordon Press

Si las anglosajonas envidian y han mirado con atento (más bien atentísimo) recelo a las francesas desde los tiempos en que Coco Chanel paseaba los pantalones y las rayas marineras por su villa La Pausa es, básicamente, porque no entienden de qué va la cosa. O así lo ve Emmanuelle Seigner. La actiz parisina resolvió en un pim pam la eterna duda respecto a su eterna (y debatida) superioridad: «Las norteamericanas se acicalan de buena mañana: ni un pelo fuera de sitio, uñas esmaltadas, tacones… Parece que piensen que tendrán que desfilar por la proverbial alfombra roja o que deberán hacer acto de presencia en un cóctel. Las francesas no se toman a sí mismas tan en serio». Vaya, ¿tanta historia para reivindicar que el moño despeinado hecho sin espejo es la quintaesencia del chic?

Lejos de tomar como guía existencial a esta respuesta simplista; el mundo editorial, los arquetipos cinematográficos y la cultura popular llevan un siglo machacándonos con esa idea: la francesa, ese ser exquisito con alergia al cepillo y curtida en el arte de poner morritos mirando al Mediterráneo con sus shorts de tiro alto a cuadritos vichy, siempre hará las cosas mejor que tú. No hay que malgastar energía esforzándose más. Toca luchar contra estos mitos que nos han inculcado a fuego… para hacernos sentir desgraciadas al resto de ciudadanas del planeta:

1. Las francesas crian mejor a sus hijos que tú

Llevan una década siendo el país europeo con mayor índice de nacimientos, o como a la prensa gala le gusta titular: «Los franceses son los mejores fabricando bebés de Europa«. ¡Allez les bleus! Y esto, ¿por qué?, se preguntaba recientemente Laura June en el New York Magazine, que trató de buscar una explicación y encontró varias aclaraciones. Básandose en el libro Bringing up Bebé, el polémico ensayo de una estadounidense que vivió en París y que hace unos años levantó ampollas por defender a unos querubines franceses felices/tranquilos frente a niños obesos/malcriados en EE UU, June llega a varias conclusiones: los americanos dan demasiados juguetes a sus hijos, les trasladan su estrés, no los alimentan bien y en consecuencia, los pequeños al otro lado del Atlántico no son tan calmados y duermen peor que los galos.

Todo esto, sin obviar a la ayuda institucional, que puede parecer una marcianada total para una residente del país en el que el ObamaCare fue visto por muchos como una apocalipsis socialista: además de la seguridad social, las madres francesas cuentan prestación complementaria al salario (de 9,26 euros al día a los 83 euros); la baja maternal de 16 semanas puede llegar a las 26 si la mujer ya tiene otros hijos a su cargo o las 34 semanas en caso de gemelo; y también están las ayudas para pagar la guardería (que pueden llegar  al 80%). «Por supuesto sus hijos descansan mejor y no están tan gordos. El Gobierno las apoya. Viven en un país que ha aceptado la realidad de que la mayoría de la gente tiene descendencia, y continúa con su trabajo fuera de casa», apunta la periodista, a la que alguien debería informarle (urgentemente) sobre las maravillas de la educación (y maternidad) finlandesa/escandinava.

Jane Birkin, despreocupada como buena ‘fille adoptive’, con sus hijos conjuntados en una estampa de lo más estival.
Jane Birkin, despreocupada como buena ‘fille adoptive’, con sus hijos conjuntados en una estampa de lo más estival.Cordon Press

2. Las francesas no engordan

Otro bombazo editorial que ayudó a minar la autoestima de las féminas del resto del mundo allá por 2005 fue Las francesas no engordan (Ediciones B), donde la escritora Mireille Guiliano explicó los supuestos secretos de las galas para lucir radiantes pese a hincharse a beber vino, comer pan con mantequilla y no tener miedo a las salsas: huir de las dietas yoyó, no picar entre horas y saber escuchar a su cuerpo. Nada nuevo bajo el sol, pero un auténtico éxito de ventas en Reino Unido y EE UU.

3. Las francesas no envejecen

Guiliano quiso seguir explotando su gallina de los huevos de oro y volvió a la carga hace un par de años cuando publicó French Women don’t get Facelifts: The secret of aging with Style & Attitude, la secuela de su best seller y en el que básicamente acumulaba clichés. Si bien decía que las francesas son alérgicas al deporte y los gimnasios sólo son para los turistas de los hoteles (un poco de yoga, eso sí, no les hace daño), el secreto de envejecer con dignidad más allá de los Pirineos se debe a una cultura alejada de la cirugía plástica, buena alimentación y una relación con su cuerpo bastante más sana que la que de las anglosajonas.

4. Las francesas seducen mejor que tú

En 2012 la corresponsal del New York Times en París, Elaine Sciolino, supo dar donde más dolía cuando publicó La séduction, un ensayo en el que defendía por qué el erotismo impregna a todas las relaciones que se establecen en el país, ya sea en la ventanilla frente a un funcionario, entrevistando al presidente de la República, en una lavandería pública o en la terraza de un café. «Se trata de un vaivén entre ambos interlocutores, de un coqueteo en la conversación que no solo sirve para divertirse. La seducción no es un juego, sino una batalla. Tienes que adivinar quién es tu enemigo y decidir cómo lo quieres derrotar». No olvidemos, obviamente, que de este territorio salió esto.

5. Las francesas visten mejor que tú

De hacértelo saber ya se han encargado multitud de libros y guías aparecidas en los últimos años. Primero fue Ines de la Fressange, que reventó el mercado hace unos años con La Parisina (Grijalbo), donde ofrece los mandamientos para conseguir el venerado chic sin esfuerzo de las mujeres de la capital: huir de los conjuntos, nada de bling-bling, buscar gangas en mercadilos, no temer a las deportivas (estábamos en la era pre athleisure) y desconfiar del buen gusto eran algunos de sus consejos (además de convertir a la tienda Merci en un auténtico paso de turistas/lectores ávidos de sentir la vida como la que fuese musa de Lagerfeld).

La fotógrafa Frédérique Veysset (Vanity Fair, Allure, Grazia Italia o Madame Figaro) y la periodista Isabelle Thomas también se aliaron para publicar la guía Estilo parisino (Lunwerg) donde otras recomendaciones para captar el allure francés pasaban por máximas como ‘las bailarinas son siempre chic’ o »las lentejuelas y el strass hacen que parezcas un árbol de navidad». El relevo generacional a De la Fressange ha llegado con la siempre despeinada pero estilosa Caroline de Maigret, nueva embajadora oficial del chic francés. Con su Cómo parecer parisina estés donde estés también ha recaudado lo suyo con mantras del tipo: “Respira el aire limpio del mar, pero continúa fumando”, “En vacaciones bebe café con una pajita, pero sin sujetador” o “Ponte un sujetador negro debajo de una blusa blanca, como dos notas en un pentagrama”. Confidencias más irónicas, pero que siguen explotando sin cesar todos esos clichés con los que nos hemos alimentado desde las pelis de Godard.

6. Las francesas se maquillan mejor (porque básicamente no se maquillan)

Aparta, Kim Kardashian, a las francesitas todo lo del contouring y los 840 mil pasos para aplicarlo se la trae al pairo. O así lo aclara Violette, una eminencia francesa en esto del maquillaje y consultora de Dior:  «La razón por las que no hacemos contouring es porque para hacerlo necesitas un fijador, base, colorete, iluminador… necesitas demasiados productos. Las francesas casi ni usamos base de maquillaje. No queremos que veas que llevamos algo en la piel». Esto explicaría su también aparente alergia social al tatuaje. La confirmación de esa dictadura tan suya del au naturel como estilo de vida.

Jean Seberg en ‘Buenos días, tristeza’.
Jean Seberg en ‘Buenos días, tristeza’.Cordon Press

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