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Mireia Belmonte: “Me encanta Dolce & Gabbana y el estampado de leopardo”

La catalana mira cada reto de frente. ¿Cómo funciona la cabeza (y el cuerpo) de la mejor nadadora española de todos los tiempos?

cover mireia
Ximena Garrigues y Sergio Moya

Ganar. Este verbo concentra todas las metas de Mireia Belmonte. Quedamos con ella una mañana fría. En un garaje frío. Apenas dos semanas antes, un resfriado le había hecho renunciar a la competición extrema en los mundiales de piscina corta de Windsor (Canadá). También causó baja en los campeonatos nacionales de piscina corta por una infección respiratoria. Su gesto es serio. Pero a pesar de las bajas temperaturas, colabora sin quejarse bajo la mirada guardiana de José, su padre. «Estoy bien», le dice. Y acaba lo que ha venido a hacer. «Cuando tuve el parón por la lesión de hombros en 2015 aprendí que no todo sale siempre como quieres. El cuerpo no es una máquina perfecta. Hay que aprender a adaptarse a los cambios. Más si son inesperados. No pensar en lo que no puedes hacer y centrarte en hacer lo que toca».

Han pasado ocho meses desde que la catalana le hincó el diente a su oro olímpico en la modalidad de 200 metros mariposa durante los Juegos de Río de Janeiro. Desde entonces, todos los días la paran por la calle. Selfies, autógrafos. Pero para la mejor nadadora española de todos los tiempos, la rutina no ha cambiado. Seis de los siete días de la semana (en los preolímpicos fueron siete de siete) los dedica a entrenar. Los nuevos objetivos toman forma –el 15 de julio comienza el Campeonato del Mundo de Natación de Budapest, su gran reto antes de Tokio 2020– y la piscina lo inunda todo.

«A mí, si me quitas el entrenamiento me rompes el día», nos dice. «Mi preparación marca mi rutina. Por la mañana agua (un cuarto de la jornada lo pasa en ella), después comer, entrenar, estudiar, dormir… Si me quitas esa rutina, me descoloco. Entrenar es lo que me gusta y me hace sentir bien».

El trabajo duro –muy duro– ha moldeado en ella un físico extraordinario. De no ser por la sonrisa tímida que acompaña a cada uno de sus gestos, parecería una gladiadora: mirada retadora, hombros anchos, piernas musculadas. Pero Mireia aclara que sus cualidades fisonómicas naturales no son las más apropiadas para un nadador de élite. «En natación cuenta mucho que seas alto. Piensa en Michael Phelps –nos pide–. Yo soy lo peor. No solo por medir apenas 1,70 cm. Tengo un 37 de pie y unas manos enanas. Mi entrenador siempre me dice: ‘¿Pero cómo puedes nadar tan rápido con esas manos?’. Hay deportistas que cuentan con una genética natural portentosa. Yo soy trabajo y perseverancia».

Belmonte viste top negro con cadenas de ELISABETTA FRANCHI.
Belmonte viste top negro con cadenas de ELISABETTA FRANCHI.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Son muchos años defendiendo a pulso el apodo de ‘Leona de Badalona’ que le adjudicó un entrenador siendo niña porque imponía, sobre todo lo demás, su naturaleza peleona y competitiva. Con 12 años echó la matrícula del CAR de San Cugat. Hoy tiene 26 y sigue viviendo allí, donde se tira al agua cada mañana, «siempre de cabeza» y con la palabra ganar, repite, en sus neuronas.

Sentada con un té, el sonido de otro verbo –nadar– despierta a la Mireia más charlatana. «El agua es mi sitio natural desde que tengo uso de razón. Es un medio que no me pesa, donde siento que puedo ser yo, con toda la garra que tengo. Me hace fuerte. Libre», nos dice. Pero ha costado. Y aún cuesta.

–¿A cuántos deportistas conoces que vivan de la natación en España?

–A ninguno.

Su reflexión va más allá del titular. «Es un poco duro… raro… injusto, porque dedicamos toda la vida a defender a nuestro país. Y que al acabar tu carrera no tengas ninguna facilidad no tiene mucho sentido. Hay muchos países que se las ofrecen a sus deportistas. Y no me voy a poner en lo fácil de meterme con el fútbol. Entiendo su importancia como deporte de masas. A mí también me gusta verlo. Menos mal que, poco a poco, al final de los periódicos cada vez hay más espacio para deportes que no son el baloncesto o alguno relacionado con el motor».

–¿En qué crees que habría cambiado tu carrera deportiva de haber nacido chico?

–En mi deporte, en nada. Está superigualado. Incluso si ganas una medalla, te dan el mismo bombo [ríe].

Pero entra a saco con la asignatura Mujer y Deporte. «Nosotras hemos demostrado que mandamos en el medallero. Tenemos mejores resultados. Vas a una recogida de premios y somos mayoría. Y no es por las ayudas. Mujer y deporte se pueden complementar perfectamente. Se acabó esa idea de que el hombre siempre tiene ventaja física. Hemos dado un paso adelante. Nosotras podemos practicar las mismas disciplinas que ellos». Pesas, bicicleta, running, voleibol, remo, escalada… Son modalidades que forman parte del entrenamiento cotidiano de la catalana. Y disfruta practicándolas. El boxeo, como la que más. «Me gusta desde siempre. De pequeña le pedí un punching a los Reyes Magos. Descargo mucho con él, cansa, sudas. Cuando nos preparábamos para los Juegos Olímpicos en el CAR de Sierra Nevada vino Frankie Urquiaga a darnos unas clases, y nos lo pasamos bomba».

Y el concepto feminidad entra en su discurso. «Me gusta mucho el cuerpo de las deportistas. Mucha gente tiene una concepción errónea de la relación entre cuerpo y el deporte; lo identifican con esos físicos musculados en el gimnasio, las mujeres creen que se van a poner como culturistas. Y no es así. Yo no quiero parecer una nadadora llena de músculos. Tengo los míos y me encantan. Mis hombros son muy anchos y a veces me gusta acentuarlos. Pero a veces no, claro».

Porque a Mireia le entusiasma la moda. «Soy fan de Dolce & Gabbana. Me encanta el print de leopardo. El cuero, las tachuelas, el rosa, lo brillante… Pero no te asustes, ¡jamás me pondría todo eso junto!», ríe. Está estudiando Relaciones Públicas. «Cuando acabe mi etapa deportiva, me gustaría hacer algo relacionado con la publicidad, la moda y el deporte. ¿Tú has visto la revolución que ha supuesto la moda deportiva incluso en la pasarela? Es brutal. Y muy lógico».

Abrigo blanco, top con transparencias y falda lápiz de cintura alta, todo de MAX MARA.
Abrigo blanco, top con transparencias y falda lápiz de cintura alta, todo de MAX MARA.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Suena reggaeton en un móvil. Mireia nos cuenta que suele escucharlo antes de saltar a la piscina. «Me lo pongo desde antes de que se pusiera de moda. Su ritmo me da subidón, me motiva [en su cuenta de Instagram @missbelmont se puede comprobar que lo baila muy bien]. Aunque no presto atención a las letras».

Una vez dentro de la piscina, su cabeza se dispara. Resistencia, velocidad, nadar en progresivo: «Desconecto y me concentro tanto, que se me va la cabeza». Tiene un diálogo personal con la presión. «A mí no me viene de fuera. Lo que piensen los demás me da igual. Sé lo que quiero. He entrenado mucho y tengo que estar a la altura de lo que soy. No de lo que esperan los demás de mí. Siempre que estoy delante de un pollete me digo: ‘¿Voy a hacerlo mal después de haber subido el Veleta corriendo para prepararme?’ Estas pruebas me llenan la mochila. Después me tiro de cabeza a la piscina y pienso: claro que me merezco ganar. No trabajo duro para quedar segunda o tercera, quiero ser la primera. Mi presión soy yo misma. Lo que he trabajado me lo tengo que demostrar a mí».

En el pueblo de Paqui, su madre (Huelma, Jaén), le acaban de poner su nombre a la piscina municipal. Es el tercer recinto deportivo que lo lleva, junto con la de Badalona (su casa) y el polideportivo de Las Torres de Cotillas en Murcia. «Son gestos bonitos que te animan a seguir con ganas de conseguir cosas. Recuerdo que mi madre me llevaba a la piscina de Huelma siendo niña y yo solo quería nadar, nadar, nadar. ¡Y el agua estaba muy fría!». Hoy su abuela es una de sus mayores fans. «¿Qué me va a decir ella? Que soy muy guapa y que lo hago todo bien, claro. ¡Para eso tengo abuela!».

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