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Ser asistente en Hollywood no es un trabajo cualquiera

El exótico estilo de vida de los famosos ha propiciado una oferta laboral sin parangón: asistentes obedientes, médiums de mascotas y hasta portadores de bebidas.

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©20thCentFox/courtesy Everett

Si se ha planteado dar un giro a su vida y necesita un trabajo que financie sus sueños, quizás Hollywood pueda ayudarle en el intento. Los vicios y costumbres de la minoría privilegiada que habita en los enclaves más señalados de Los Ángeles ha motivado la aparición de oficios que rozan el paroxismo. Desde médiums especializados en mascotas hasta asistentes que sostienen un sándwich mientras alguien lo mordisquea, la oferta laboral para satisfacer los deseos de los más deseados no parece tener límites. Las profesiones más estrambóticas (y ridículas) que alimentan el epicentro de la fama reciben suculentas retribuciones, lo que al parecer resulta suficiente para obviar otro tipo de condiciones. ¿El trabajo dignifica? Pues depende. La última personalidad que ha montado el número ha sido la omnipresente Kim Kardashian, quien hace poco precisó de las habilidades de dos jóvenes para que rebozaran sus posaderas en una sesión de fotos.

En el zoo más inverosímil del siglo XXI cabe de todo. Las famosos demandan peluqueros de bebés, médiums de mascotas y un sinfín de absurdidades. La dura tarea de asistirlos ha acabado en muchas ocasiones en sonoras disputas y vergonzantes confesiones aireadas en los medios de comunicación, pleitos mediante. Lydia Whitlock, exasistente de Hollywood, publicó el año pasado el libro To My Future Assistant: Your Foolproof Guide to Handling the Boss From Hell, un manual autobiográfico en el que relata su experiencia –sin dar nombres– y dibuja un retrato descorazonador sobre la atalaya desde la que los famosos perpetúan su extravagancia. Se trata de su pequeña venganza contra «una vida de servidumbre y limitaciones bárbaras», asegura. El rosario de calamidades que describe va desde un sueldo inadmisible –22.000 euros al año sin horarios ni vacaciones– hasta la humillación que supone «aceptar peticiones melindrosas y sin fundamento». Para muestra un botón: «Mi jefe montó en cólera cuando en una ocasión la mantequilla que puse sobre sus tostadas no estaba a su gusto», cuenta.

Whitlock aguantó tres años bajo el yugo de un jefe «despiadado» y una «rutina aburridísima». Andrea Sachs, personaje al que da vida AnneHathaway en El diablo viste de Prada, es, según la asistente arrepentida, un fiel reflejo de la realidad. «Ella tenía que lidiar con peticiones insólitas continuamente, pero en mi caso las exigencias más mundanas eran aún peores. Por ejemplo, unas directrices absurdas sobre cómo responder emails o la obligación de leer decenas de guiones y resumirlos», explica. Whitlock, que trabajó para un prestigioso productor de cine, confiesa que, pese a todo, la posibilidad de tratar con gente famosa le permitió ver el lado bueno de su oficio. La autora, sin embargo, tuvo claro que aquello no era para ella: «Hay gente que lleva treinta años trabajando para la misma persona, pero yo lo dejé cuando me di cuenta de que mi trabajo y el de mi jefe habían dejado de interesarme».

Frente a los asistentes que acompañan a su superiores las veinticuatro horas del día, otros profesionales realizan trabajos puntuales para ellos. Es el caso de los médiums de mascotas. Recientemente Miley Cyrus recurrió a los servicios de uno de estos expertos clarividentes para contactar con Floyd, su Husky siberiano fallecido en abril –lo descuartizó un coyote–. «Sé que no lo digo en serio, pero ojalá me hubiera ido con él», confesó la artista en Twitter. Pese al consuelo que en los últimos meses ha podido ofrecerle el perro que le regaló su madre pocos días después del fallecimiento de Floyd, Cyrus decidió contactar con el médium especializado. Melissa Bacelar, como se llama la intermediaria que recibió el encargo de la cantante, explicó al diario británico Daily Mirror los pormenores de su labor: «A Miley, que estaba de gira cuando todo ocurrió, le resultó devastador no haber podido despedirse del perro. Yo intenté aliviar su sentimiento de culpa conectando por telepatía con Floyd para transmitirle sus sentimientos de amor».

GwynethPaltrow es otra de las celebridades que decidió poner sus emociones en manos de un gurú. Lo hizo con el objeto de salvar su matrimonio con ChrisMartin. Para ello contrató los servicios de BlaireAllison, una «sanadora de almas» y «maestra de la iluminación», como bien explica en su página web. Desconocemos en qué consisten sus sesiones, pero si nos atenemos a las explicaciones que ofrece en su página personal, sería algo así: «Primero dejamos que los sentimientos afloren y luego procedemos a sanarlos. Soy capaz de solucionar los problemas que empañan las relaciones sentimentales de mis clientes, así como brindarles mi apoyo para reparar conexiones kármicas negativas y enmendar patrones de conducta tóxicos». No discutiremos su buen hacer, pero lo cierto es que aquella vez no tuvo demasiado éxito –Paltrow y Martin se divorciaron en marzo de este año–.

Sin embargo, los profesionales adscritos a las necesidades de los famosos siguen con la agenda repleta. Como los portadores de bebidas de Mariah Carey, los asistentes de la alfombra roja que atusan los cabellos y mecen los vestidos de las estrellas, o la peluquera especializada en bebés que cada semana cultiva la imagen de la hija de seis meses de Tamara Ecclestone –60 euros por sesión–. Siempre nos quedará Lady Gaga, reina de la excentricidad dentro y fuera del escenario. Su personaje necesita una corte de asistentes en todo momento, hasta para montarse en un coche. Si todavía alguien quiere trabajar en Hollywood, desde aquí le ofrecemos todo nuestro apoyo.

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