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Rosario Dawson: «La moda es tan personal que define quién eres»

Su modelo de negocio, Studio One Eighty Nine, promueve la artesanía africana a la vez que demuestra que la moda es un potente motor generador de riqueza y cambio social.

Rosario Dawson
Noelia Collado y Francesca Rinciari (Realización)

La moda no solo puede marcar la diferencia en un país (o en una comunidad), es una forma de mostrarse al mundo. Es tan personal que define quién eres. En mi caso, determinó mis memorias de infancia. Mi bisabuela era modista. No tenía una colección, pero dibujaba sus propios patrones, usaba los tejidos que tenía a su alcance y cosía hasta las colchas a juego. Murió cuando yo tenía 4 años, pero aún conservo algunas de sus blusas. Fue miembro del International Ladies Garment Workers Union [uno de los sindicatos más importantes del país durante los años 30 y 40, que representaba a los trabajadores de la confección con los salarios más bajos de Nueva York] y luchó por los derechos civiles. ¡Mi bisabuela fue una activista! Algo que siempre nos ha unido. Pero, sobre todo, fue una mujer que sacó adelante a su familia cosiendo piezas maravillosas que, tres generaciones después, siguen siendo preciosas», explica a S Moda Rosario Dawson, cofundadora, junto a Abrima Erwiah, de Studio One Eighty Nine, un colectivo en forma de plataforma online que promueve el trabajo de creativos africanos.

Abrigo de Studio One Eighty Nine, piercing de plata con cristal de roca de Paola Grande y sandalias de tiras de Steve Madden.

Lorenzo Bringheli

«Soy mitad norteamericana, mitad africana», cuenta Erwiah. «Mi padre nació en Ghana; mi madre, en Mississippi, en 1940, una época en la que en Estados Unidos la segregación racial todavía estaba a la orden del día. Se conocieron en el sur, aunque pronto se trasladaron a Pittsburg, donde vivía la familia de mi madre y la comunidad negra buscaba trabajo en las fábricas de acero. Allí, su hermana menor, que se llamaba Naomi Sims, intentaba sin suerte ser maniquí; la rechazaban por ser demasiado oscura. Un día conoció a un fotógrafo increíble y acabó en la portada de The New York Times. Era 1967. Dos años más tarde apareció en la revista Life. Aquella imagen marcó el inicio del movimiento cultural Black is beautiful [un eslogan que reivindicaba la belleza negra]. Mi tía se convirtió en la primera supermodelo de color y, para mí, en un buen ejemplo de que la moda y la creatividad pueden ser un motor de cambio social».

A la izda., Abrima Erwiah con kimono de Studio One Eighty Nine. A la dcha., Rosario Dawson con capa y pantalón de Studio One Eighty Nine.

Lorenzo Bringheli

«Empezamos a trabajar en el proyecto Studio One Eighty Nine (y en la colección Fashion Rising) hace dos años, que es el tiempo que necesitamos para construir unas bases sólidas. No se trata de contratar a una costurera (o un artesano), tienes que asegurarte de que tenga suficiente dinero para vivir y pagar, por ejemplo, la matrícula escolar de sus hijos», argumenta Erwiah. «He colaborado con muchas organizaciones sin ánimo de lucro. Pero esto no es una ONG. Es un negocio, que tiene un impacto social. No entiendo por qué extraña razón la gente da por hecho que, cuando las cosas se hacen bien [léase comercio ético, plan de empresa responsable, condiciones de trabajo dignas, salarios decentes y empoderamiento de las mujeres], nadie tiene que ganar dinero. No tiene sentido», lanza Dawson. «Aquí ganamos todos. Es un intercambio. Tú me ayudas; yo te ayudo. La idea es unir fuerzas», continúa. Su discurso contagia. Por encima de actriz y activista [en 2004, fundó la organización no partidista Voto Latino, con el objetivo de animar a las nuevas generaciones de hispanos a votar y participar en el gobierno], Dawson es una gran comunicadora.

Abrigo de Studio One Eighty Nine y piercing de plata con cristal de roca de Paola Grande.

Lorenzo Bringheli

«Basta con analizar economías como la británica [donde la industria textil, según un informe de Oxford Economics, mueve casi 33.000 millones de euros] para entender el poder de la moda como un motor generador de riqueza», prosigue Dawson. «Piensa, por ejemplo, en lo que ocurrió en Nueva York cuando se creó el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos. No hace tanto tiempo de eso [el CFDA se fundó en 1962]. «Otro ejemplo es el made in Italy», añade Erwiah, que trabajó durante diez años para Bottega Veneta. «Fue allí donde descubrí el trabajo (y la excelencia) de los artesanos, cuyo oficio pasa de generación a generación», apunta.

«Lo importante es que la historia ética que está detrás del diseño pase a un segundo plano; y que las creaciones hablen por sí solas. Porque en artesanía, cada pieza se entiende como una obra de arte, hecha a mano, distinta, especial. Ni mejor, ni peor. Única. Porque, a pesar de la uniformidad de las tendencias, vestirse es una forma de adornarse, diferenciarse y transformarse. Sé de lo que hablo. Llevo haciéndolo 20 años. La ropa es una de las partes más importantes del guión (y de la historia)», afirma Dawson, que debutó en la gran pantalla con la polémica Kids (1995), de Larry Clark.

Capa azul índigo y pantalón, ambos de Studio One Eighty Nine; collar hecho a mano con acabados en latón y bandas de piel de becerro de Louis Vuitton by Nicolas Ghesquière, y sandalias de Hermès.

Lorenzo Bringheli

Ciudadanos (y consumidores) del mundo. La idea de crear una línea de producción artesanal surgió en febrero de 2011, en un viaje a la República Democrática del Congo organizado por el movimiento V-Day (que trabaja para detener la violencia de género). «Según cifras de Naciones Unidas, una de cada tres mujeres en el mundo será violada o golpeada en su vida. Eso son más de mil millones de mujeres», denuncia Dawson. «Queríamos conseguir reunir a este mismo número de chicas en una fiesta mundial, sin fronteras, para bailar y celebrar la vida. Aquel año logramos movilizar a 207 países y territorios. ¿Por qué no utilizar esa energía para dar voz a los marginados a través de Internet?», pregunta Dawson. «Nuestro objetivo es conectar a los artesanos de África con las cadenas de valor mundiales de la industria textil», dice Erwiah, en un discurso fiel a los códigos de la Iniciativa Moda Ética del Centro de Comercio Internacional. «Hoy las escuelas de moda enseñan sostenibilidad. Está demostrado que puedes triunfar aplicando un modelo de negocio responsable. Se acabó el todo vale. La nueva generación tiene otra forma de pensar. Es más abierta, está a favor del matrimonio homosexual y la legalización de marihuana», sentencia Dawson.

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