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Róisín Murphy: «Al estilo hay que darle un toque de humor»

La excantante de Moloko regresa tras cinco años de parón. Los sonidos italianos de Mina o Patty Pravo inspiran ahora su toque electrónico.

Róisín Murphy

Cuando Lady Gaga aún se llamaba Stefani y era una escolar de Manhattan, Róisín Murphy ya se había subido a los escenarios con cascos de bola de discoteca o vestida como un pulpo futurista. La excantante de Moloko vuelve con un puñado de proyectos –«Quiero que sean como los buses, que salga uno y llegue el siguiente»– tras más de un lustro de semirretiro en el que le ha dado tiempo a tener dos hijos, Clodagh y Tadh, y a convertirse en una estudiosa del italo disco (la primera música de baile totalmente electrónica, creada en los 70). Ha grabado un elepé con versiones de Mina y Patty Bravo y está inmersa en una minigira que la trajo a Barcelona de la mano de Emporio Armani Sounds Event (emporioarmanisounds.com), que recorre ciudades como París, Nueva York o Tokio apoyando a bandas con un estilo underground.

¿De dónde viene esta relación? A priori, uno no relacionaría el estilo sobrio de Armani con sus looks excéntricos.

Quizá se han acercado a mí por mi nexo con la música italiana. Me encanta la marca. Mis primeros recuerdos de ella son de los 80, cuando se estrenó American Gigolo. Incluso mis tías del pueblo en Irlanda sabían sobre Armani, los hombros blandos y esas innovaciones. Fue la primera marca que cruzó ese tipo de fronteras.

Está en una fase muy italiana, imagino que influida por su pareja [el músico y productor Sebastiano Properzi].

¡Esta noche voy a cantar en italiano por primera vez! Estoy nerviosa. No es como hacerlo en inglés. No sé lo que significa cada palabra, más bien recuerdo el sentimiento. Los italianos que he conocido siempre me habían hablado de Mina. Detectaba mucho orgullo. Un día, Sebastiano empezó a ponerme vídeos de ella y de Patty Bravo y aluciné.

Lo que ahora hacen las divas del pop, ¿Mina lo hizo 30 años antes?

Oh, sí. Muchos años antes. Patty Bravo también llevó algunos looks increíbles. Durante una época intentó ser una geisha, y va Madonna y trata copiarlo en los 90. A Mina le pasó lo mismo, con sus vestidos vanguardistas y esculturales. A mí me encanta todo eso, y siempre he procurado ponerle a la moda ingenio y humanidad. No me interesa estar así [hace un gesto como de modelo, estática y con la mirada vacía]. Al estilo hay que darle un toque de humor. Ésa es la manera en la que he interactuado con la ropa. Es ese guiño lo que hace que todo lo demás cuadre.

Y ese guiño del que habla, ¿les falta a Beyoncé y a Miley Cyrus?

A todas, a las de ahora y a las de antes. No se puede comparar a Mina con las chicas inglesas de su época, ni siquiera con Dusty Springfield, a quien adoro; de hecho, ¡empiezo a parecerme a ella! Dusty parecía agobiada por su ropa, daba la impresión de que era demasiado pesada para ella, el maquillaje resultaba abrumador. Casi nunca ves a alguien que tenga un look y lo posea.

Una amiga dice que usted es una mod de corazón, que a pesar de sus estilismos raros, lo suyo son los 60.

Sí, sí, míreme hoy [lleva un traje gris y una camisa negra de cuello pequeño]. Mucho más mod que rockera, siempre. Cuando empecé a salir de noche, todo estaba sujeto por el amor a los 60. Podías escuchar a Sonic Youth, música house, garage… pero en el fondo de todo estaba el rollo sixty.

Se independizó muy joven. Vivió sola desde los 15 años. ¿Cómo lo recuerda?

Ahora que lo pienso, lo curioso es que no me metiera en líos, porque fui a todos los sitios que se pueda imaginar, los más oscuros y peligrosos. Tengo que recordar esto cuando comience a preocuparme por mi hija, que tiene cinco años. Seguro que a los seis empieza a meterse en problemas, con el carácter que tiene…

A falta de uno, vuelve con dos álbumes.

Creo que el primero saldrá a principios de 2015, lo he escrito con Eddie Stevens, que estaba conmigo en Moloko.

¿Tenía ganas de regresar tras esta pausa?

Sí, y estos dos álbumes están muy próximos a mi corazón. Hay mucho de mí, cosas que estaba guardando, esperando a tener seis semanas para dedicarme a escribir. Al final, envié a mis niños por ahí durante ese tiempo y salió de todo.

¿Diría que ahora está usted al mando? En el pasado siempre ha formado alianzas: con Mark Brydon en Moloko [quien también fue su pareja], con Matthew Herbert…

No creo que haya ninguna diferencia. Eran colaboraciones. Siempre he estado al mando.

Ha vivido algunas escenas fascinantes: Mánchester, Nueva York, Londres, ¿intenta huir de la nostalgia?

Me temo que soy tan nostálgica como cualquiera. Es peligroso, pero soy una de esas personas aburridas que dicen: «No me gustan estos clubes gigantes. Recuerdo cuando todos bailábamos en un sótano».

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