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Meryl Streep o el arte de no tener que demostrar nada

Ha llegado a una edad en la que no necesita demostrar nada. Reina del drama primero y dama de la comedia después, lo que más le divierte ahora es hacer musicales.

Meryl Streep

Se ha convertido en una leyenda de Hollywood, en la actriz más grande sobre la faz de la Tierra. Ahora, a los 66 años, parece que Meryl Streep disfruta de una segunda vida como intérprete musical. Ya se atrevió a cantar en filmes como Tallo de hierro (1987), pero con Mamma Mia!, su éxito de 2008, dejó boquiabierto a todo el mundo. Ahora encarna a una cantante de rock en Ricki, que se estrena el 11 de septiembre. En esta película, dirigida por Jonathan Demme (El silencio de los corderos), Streep se mete en la piel de Ricki, una música de talento que abandona a su familia para cumplir su sueño de ser una estrella. «Pasé seis meses puliendo mi técnica con la guitarra y disfruté haciendo versiones de Bruce Springsteen y Tom Petty», explica.

Su carrera como cantante parece afianzada.

[Risas]. No estoy tan segura, pero intento mantenerme. Es divertido que las cosas hayan evolucionado de esta forma, porque mi madre quería ser cantante y mi padre componía y tocaba el piano. En la Yale School of Drama tuve una gran profesora de canto, Betsy Parrish. Con ella comprendí cómo las emociones se conectan a tu forma de respirar y a la melodía. La música ayuda a llegar a los sentimientos más profundos. Cantar es una extensión de todo lo que haces al actuar.

Comparte cartel con Mamie Gummer, una de sus hijas.

Estoy orgullosa de Mamie y de Grace, que se han atrevido a seguir mis pasos, pese a la presión que conlleva ser las hijas de Meryl Streep. Apoyo mucho sus trabajos, porque toman cada decisión sabiendo que tendrán que enfrentarse a esa carga.

Ha dado un giro en su carrera: tras protagonizar grandes dramas, ahora está más centrada en las comedias y los musicales.

Actuar en dramas era incuestionable, pues me gradué en una escuela de arte dramático. Tras El cazador (1978) y La decisión de Sophie (1982), me encontré atrapada en papeles de mujeres serias y no se me brindó la oportunidad de hacer comedias. Luego, mientras criaba a mis hijos, me cansé de interpretar a esos personajes tan dramáticos, me apetecía hacer películas menos serias. Ahora, estoy sorprendida de haber sido capaz de encontrar tanto trabajo y dar vida a personas tan diferentes a una edad en la que las tendencias de la industria suelen olvidarse de las mujeres.

¿Cómo valora el resurgir que ha vivido a lo largo de la última década, con cintas como El diablo viste de Prada (2006), La dama de hierro (2011) o Agosto (2013)?

Volví al cine cuando mis hijos habían crecido y no necesitaban a mami para cuidarlos; era el momento adecuado para regresar con más pasión y dedicación. La diferencia que noto es que ahora no me estreso tanto como antes con cada película.

Cordon Press

¿Por qué tomó la decisión de relajar su ritmo de trabajo para criar a sus hijos?

Cuando eran pequeños, dije que no a todos los proyectos que implicaban estar lejos de casa durante largos periodos. Quería disfrutar de mi vida y solo podía hacerlo trabajando en rodajes de menos de dos meses para pasar los fines de semana en mi hogar. Estar con mi familia siempre me ha transmitido alegría y felicidad. Me encanta actuar, pero cuando mis hijos estaban creciendo yo ya había cosechado mucho éxito y no sentía la urgencia de ponerme a prueba. Así que decidí empezar a hacer películas diferentes.

Ha recibido todos los reconocimientos con los que un actor puede soñar. ¿Alguna vez ha sentido que tuvo que sacrificar a su familia para mantener ese nivel?

Creo que existe una parcialidad contra las mujeres al abordar la idea de hacer sacrificios. Esa cuestión no surge cuando se habla de los hombres; se da por sentado que ellos trabajan duro en una ocupación a tiempo completo. Ellas deberían tener la misma opción. No deberían ser estigmatizadas si eligen apostar por sus carreras. En la vida hay que tomar decisiones, y yo estoy orgullosa de las mías. He disfrutado mucho criando a cuatro hijos y también he sido afortunada por tener el apoyo de un marido maravilloso.

Lleva 37 años casada con el escultor Donald Gummer. ¿Cuál es el secreto de su matrimonio?

Don es un hombre de pocas palabras. Yo soy la que mantiene el diálogo constante. Él escucha con paciencia y luego vuelve a su trabajo. Me ama como soy, ansiosa e hiperactiva. Él es la definición del artista introvertido e introspectivo. Yo soy muy expresiva y más exuberante. Nos completamos el uno al otro.

¿Sigue divirtiéndose al actuar?

Sí. El mejor momento es cuando de pronto te transformas en tu personaje y te pierdes a ti mismo. Entonces es cuando sabes que has tenido éxito en eso para lo que has trabajado tanto en tu profesión.

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