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La (otra) vida de Bryan Boy

Habitual de la escena fashion, recorre el mundo con cinco maletas llenas de tesoros. Su armario y su estilo de vida son la razón por la que medio planeta quiere ser bloguero.

Bryan Boy

Si hay un personaje que define el espectáculo de la moda, ese es Bryan Boy. Sus estilismos acaparan las páginas de street style y no hay primera fila de un desfile que se precie sin él. Hasta tiene una pose –piernas cruzadas, bolso en mano y morritos– que ha convertido en marca registrada. Pero no hay que confundirse: este filipino de 32 años es un tiburón empresarial con un blog homónimo que New York Post cita entre los más influyentes. Incluso el Consejo de diseñadores de moda de América (CFDA, por sus siglas en inglés) le ha cedido un sitio en su jurado. Y mientras disfruta de su trono como príncipe virtual de la industria, recorre el mundo de desfile en desfile y de fiesta en fiesta. Una tarea que en febrero lo trajo a la MBFW de Madrid con Aristocrazy (que, aprovechando su expansión a lo largo y ancho del globo, ha fichado a la estrella de la Red para crear una serie de guías de viaje ad hoc).

¿Su primera vez en la ciudad?

Lo creas o no, sí. He estado mil veces en España, pero siempre en Ibiza, así que no cuenta. De hecho fue allí donde conocí a Juan [Suárez, asistente ejecutivo del CEO de Aristocrazy].

La joyería masculina es un sector en auge. ¿Diría que hoy los hombres no tienen miedo a ser fashion?

Depende del lugar. Hoy he comido en Casa Lucio –por cierto, qué ricos los callos– y la gente me miraba porque llevaba un abrigo de leopardo. Si voy así en Tokio, a nadie le importa una mierda. Internet ha abierto la moda, y eso ha desdibujado la línea de géneros. Al final, no se trata de si es para hombre o mujer, sino de si te gusta o no.

¿Qué debe tener una prenda para enamorarlo?

Debe ser única, diferente. La forma en que vestimos es una manera de mostrar nuestra individualidad.

Sin embargo, su maleta está repleta de superventas: el bambi de Givenchy, las calzas de Prada… ¿Se considera un devorador de tendencias?

Me gustan las cosas caras, vengo de una familia pobre [dice con voz infantil, entre risas]. Y me da igual si medio mundo tiene el mismo jersey que yo. Lo llevo porque me gusta, y punto. Lo que no significa que sea una víctima de la moda hasta el punto de ponerme algo solo porque se lleve.

¿Dónde está el límite?

Nunca me pondría tacones. Ni un vestido. Y menos de novia. Bueno, tal vez en Halloween, pero eso tampoco cuenta.

¿Qué me dice del mono de oso que llevó al desfile de Alexander Wang?

Fue circunstancial. Estaba en casa, tirado en el sillón, se me echó la hora encima y no tenía tiempo de cambiarme… Así que me puse una de mis estolas, un bolso (Chanel, eso sí), y salí por la puerta.

¿Se dio por aludido cuando Suzy Menkes escribió sobre «los pavos reales de la moda»?

Tengo que romper una lanza por Suzy: los desfiles son un circo. Pero la moda es exhibición, y no todos los pavos son blogueros: Anna Dello Russo, Giovanna Battaglia… Incluso Anna Wintour. Su forma de vestir no es fortuita.

¿Cómo lidia con las críticas?

Ignorándolas. Sean buenas o malas. La finalidad de un bloguero es mostrar su punto de vista. Si te vendes para agradar al público, te conviertes en un bufón.

¿Es esa actitud parte de su éxito? ¿Éxito?

¡Pero si aún no soy millonario! En esta industria, la gloria se mide en tiempo. Si sobrevives, has triunfado.

Si se acabase el tirón de su blog, ¿qué haría?

Seguramente escribiría un libro… O me haría prostituta de lujo.

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