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Grace: El álter ego de Wintour

Modelo, estilista y, desde que se estrenó The September Issue, una auténtica estrella mediática. Grace Coddington, directora creativa de Vogue, publica sus memorias.

Grace Coddington
Gtresonline

Una pregunta por minuto. Así atendió Grace Coddington, directora creativa de la edición estadounidense de Vogue, a su legión de fans en Twitter con motivo del lanzamiento de su libro de memorias, Grace: A Memoir (Random House). Confirmado: es una estrella mediática. Y como tal tuvo que responder a una de las comidillas más populares de la industria: su relación con Anna Wintour. Pregunta: «Ante un incendio en las oficinas de Vogue, ¿salvaría antes a Anna o a sus gatos?». A sus 71 años, sabe cómo capear el temporal: «Anna es delgada y mis gatos también, así que creo que podría salvar a los tres». Fin de la polémica.

Como en toda pareja, existen desavenencias. A Grace le gusta ir de negro, una opción que Wintour considera inaceptable. La directora de Vogue apoya el uso de pieles; su primera creativa está en contra. Pero esas pequeñas diferencias no impidieron que Anna fuera una de las primeras personas en leer su manuscrito. «¡Dios mío, estaba tan nerviosa!», recuerda. «Quizá pensara que había hablado demasiado de ella. Pero no. Me escribió una carta diciendo que le había encantado. Fue un gran alivio. Está claro que confía en mí. No tengo nada horrible que decir sobre Anna y, sin embargo, sé que todo el mundo espera que diga algo desagradable. En primer lugar, jamás lo haría, y en segundo, no tengo nada malo que decir. Es mi jefa y la respeto porque ha hecho de Vogue la revista que es hoy», explica Coddington.

Para enfrentarse al proceso de promoción recibió un curso de formación, que parece haber aprendido al pie de la letra. Filosofía 100% norteamericana. Incluso ha accedido a volver a protagonizar una portada: la del número de diciembre de la revista I-D. Con todo, asegura que prefiere mantenerse lejos de los focos y conservar su anonimato. Algo que, desde su aparición en el documental The September Issue (2009), es sencillamente imposible.

¿Fue tras el estreno del documental cuando comenzó a ver que la gente la reconocía por la calle?

Sin duda. Vivo en Chelsea y, desde entonces, todos los gais del barrio me adoran. Incluso a veces se disfrazan de mí y de Anna en Halloween.

¿Se puede decir entonces que le gusta la fama?

Me divierte que me reconozcan. No es tan duro como ser una estrella del rock, con ellos son más agresivos. Imagino que soy demasiado mayor para llevar una vida apasionante. Está claro que no tratan de pillarme con un nuevo novio.

Antes de trabajar junto a Wintour, pasó 19 años en la edición británica de Vogue. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Durante mis años en la edición inglesa, las editoras de moda éramos anónimas. Beatrix Miller era nuestra directora por aquel entonces y estaba totalmente en contra de cualquier tipo de exposición pública.

Anna Wintour promociona todo lo contrario. ¿Se ha visto forzada a entrar en el juego?

No. Antes, sencillamente, ni se hacía ni queríamos hacerlo. No como ahora, que todo el mundo quiere ser famoso.

¿Usted no?

No, excepto porque sé que gracias a ello se venderán más ejemplares del libro [risas].

¿Cómo afecta esta nueva sobreexposición de la moda a su trabajo diario?

Es una pesadilla durante las semanas de la moda. Hay muchas celebridades dando vueltas y son el centro de todos los objetivos. No están ahí para ver la ropa. La gente ya no toma notas y odio eso. Tienes que respirar profundo e ignorar todo el espectáculo. Yo estoy ahí para ver las colecciones.

Grace Coddington como modelo en los años 60.

Cordon Press

Grace no es escritora, pero en 2006 ya editó junto a su pareja actual, el peluquero Didier Malige, The Catwalk Cats, un libro sobre moda y gatos. Son su pasión. De hecho, vive con dos. Uno de ellos, Pumpkin, es toda una estrella. Incluso da nombre a un bolso de Balenciaga (por valor de 1.000 dólares). El modelo en cuestión es parte de una colección cápsula de accesorios que Grace ha desarrollado para la firma. Todos ellos, diseños de Nicolas Guesquière de la última década, ilustrados con gatos.

En sus memorias confiesa que el gusto por la moda le viene de lejos, ¿quién le inculcó esa pasión?

Mi madre intentó enseñarme a tejer, pero no me gustaba, lo encontraba monótono. Yo prefería coser. Compraba números antiguos de Vogue para inspirarme. Y cuando fui suficientemente mayor, comencé a confeccionar mis propios vestidos. En Anglesey [al norte de Gales], donde crecí, no había tiendas de moda.

A los 18 años se trasladó a Londres y comenzó a trabajar en Stockpot, en Knightsbridge, uno de los restaurantes de moda. ¿Le ayudó a hacer contactos?

La verdad es que allí pasaban muchas cosas. Conocí a Tinker Patterson, un pintor que de vez en cuando hacía de modelo para el fotógrafo de moda Norman Parkinson. Él nos presentó.

Posó por primera vez para Parkinson en su granja, corriendo por el bosque y sin ropa. ¿Fue un problema para usted posar desnuda en su primera sesión de moda?

No pensé si estaba bien o mal. Sabía que era un fotógrafo estupendo. Conocía su trabajo. Lo idolatraba. Y no tenía miedo de que se me echase encima, aunque fuese mayor que yo.

Cuando su carrera como modelo empezaba a despegar, tuvo un accidente de coche, ¿fue duro volver al circuito?

Se me partió el párpado en dos, pero consiguieron salvar mis pestañas. Pasé por varias operaciones pero quedó cicatriz. Aunque con ayuda del eyeliner conseguía enmascararla.

Pero en 1968, Grace era ya demasiado mayor para posar ante el objetivo de la cámara [tenía 28 años] y decidió cambiar el rumbo de su carrera. Consiguió un puesto como estilista junior en Vogue. Durante 19 años trabajó en Londres con Helmut Newton, Guy Bourdin, Bailey y Parkinson. Pero en 1985, cuando Wintour se incorporó, ella dejó la revista.

Fue entonces cuando Calvin Klein la fichó para formar parte de su equipo en Nueva York, por una mensualidad que igualaba su salario anual en Vogue. No duró mucho. Cuando Wintour fue nombrada directora de la edición estadounidense, Coddington la llamó para ver si podía trabajar con ella. Ambas se incorporaron el mismo día de 1988 y Grace fue vestida con una camiseta blanca, un pantalón y un cárdigan atado a la cintura para parecer «menos gorda». Con su melena roja –que se tiñe con henna cada tres semanas– y su piel blanquecina, Grace Coddington es fácilmente reconocible allí donde va. Sobre todo en el metro de Manhattan, el que coge todos los días para ir a la oficina.

En su última etapa, ha apoyado a diseñadores que han marcado una época. Entre sus incondicionales, Marc Jacobs y Miuccia Prada. Sin embargo, se muestra apenada por los últimos cambios que están sucediendo en las grandes firmas de moda, algo que declaraba a The New York Times. «John Galliano, a quien adoro, se ha ido; Helmut Lang, también. Esperemos que Nicolas (Ghesquière) siga adelante [aunque ya no esté en Balenciaga]. Es demasiado bueno, fuerte, brillante y apasionado».

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