_
_
_
_
_

Por qué hay que dejar de llamar a los Globos de Oro la antesala de los Oscar

La prensa de Hollywood celebra este domingo una nueva edición de sus premios con el prestigio en entredicho. Sin embargo, no podremos sacar conclusiones de cara a los Oscar porque las grandes favoritas, Moonlight y La La Land, no se enfrentarán.

73rd Annual Golden Globe Awards – Press Room
Getty (Getty Images)

La próxima madrugada del domingo al lunes los Globos de Oro volverán a celebrar una nueva edición con las mayores estrellas del entretenimiento dispuestas para brillar, decenas de fotógrafos apilados en el photocall y unos cuantos periodistas especializados de la asociación que da los premios sentados junto a sus ídolos. No en un junket frente a frente. Al lado, de igual a igual. Porque esa es la verdadera razón de existencia de estos galardones, la de cumplir los sueños del centenar de privilegiados reporteros que los organizan. ¿Qué sentido tendría si no juntar dos industrias tan prolíficas e inabarcables como el cine y la televisión en una misma gala? Por eso deberíamos congratularnos de que la histórica coletilla que ha acompañado a los premios durante sus 74 ediciones, la de antesala de los Oscar, haya pasado a mejor vida. La distorsión de estos premios en los últimos años ha sido demasiado acentuada como para seguir llamándolos así. Nominaciones injustificadas, premios sospechosos de amaño o numerosas intoxicaciones etílicas han convertido los Globos en la seudo-cena navideña de Hollywood en la que todo está permitido. Una huida hacia delante que si bien ha conseguido desmarcarse de la sombra de los Oscar, también ha provocado la pérdida de credibilidad que sí mantienen citas como Cannes, Toronto o Sundance. Al ritmo actual, encontrarnos alguna estatuilla en el Cash Converters del barrio tampoco debería parecernos extraño. A continuación desarrollamos algunos de los motivos por los que estos Globos suenan más a guateque que a gala. Si Peter Sellers levantara la cabeza…

La división entre comedia y drama

Es la prueba fehaciente de la influencia de la prensa en los premios. Ya nos gustaría que la comedia o el cine musical recibieran la atención merecida dentro de la industria pero la ofrecida por los Globos es del todo inservible. No solo porque en el apartado de comedias incluyan películas tan desternillantes como Her –sí, eso pasó– sino porque se nos priva de los enfrentamientos que pueden darnos pistas de cara a los Oscar. Porque de eso iban los Globos, ¿no? Este mismo año, La La Land no se medirá con Moonlight y Manchester frente al mar, las otras dos grandes favoritas, así que sacar conclusiones para la gala del próximo 26 de febrero en el Dolby Theatre será imposible. La división en categorías parece responder a la necesidad de acumular el mayor número de estrellas posibles, no a la necesidad de celebrar las grandes comedias que suelen ser ignoradas. La marginación de estas películas es tal que en los últimos quince años solo The Artist ha ganado el Globo de Oro en esta categoría y después el Oscar a la mejor película.

El alcohol

Viniendo de la puritana industria que ha discriminado a los fumadores de la gran pantalla, llama la atención la apología del consumo de alcohol que suponen estos premios. Conocedores de las numerosas dificultades de la gala para quitarle protagonismo a los Oscar, estos decidieron convertirla en una fiesta en la que las copas de champán y las cañas de cerveza no se separan de las estrellas. Las palabrotas y los chistes de mal gusto están permitidos en este evento tabernario al que tanto partido supo sacarle el bueno de Ricky Gervais. Para algunos, la gala es más divertida. Para otros, más lamentable. Lo que es seguro es que con unas copitas de vino en el cuerpo, los hechos noticiables se multiplican exponencialmente. Harrison Ford, Emma Thompson (tirando los zapatos) o Richard Gere son solo algunos de los intérpretes que han aparecido en el estrado con unos grados de más encima. Viva el vino.

Los amaños

Tan viejos como los premios mismos son los rumores que acusan a estos de poder comprarse. El caso más escandaloso tuvo lugar en 1982. Por aquel entonces, existía la categoría de intérprete revelación y Kathleen Turner (Fuego en el Cuerpo) y Elizabeth McGovern (Ragtime) eran las principales candidatas a llevárselo. Sin embargo, una joven y casi desconocida actriz, Pia Zedora, se impuso a ambas por la película La Marca de la Mariposa, un thriller rural de dudosa calidad sobre un incesto. Según apuntaba la revista People, detrás de tal reconocimiento estaba el productor y marido de la actriz, el millonario de 58 años Meshulam Riklis. El magnate, dueño del hotel Riviera de Las Vegas, invitó a una docena de miembros de la asociación a un fin de semana en la ciudad del pecado con todos los gastos pagados. Semanas después, Riklis se llevó a otro grupo de periodistas a su mansión de Beverly Hills para una “proyección especial” del filme. El escándalo acabó con la carrera de Zedora, que ganó el Razzie a la peor actriz del año por el mismo papel que le otorgó un Globo de Oro. Un año después del caso Zedora, la categoría de actor revelación también desapareció de los premios.

Miss y Mr. Golden Globe

Añadimos el Mr. porque aparece en el título oficial pero el nombre legítimo debería ser «‘Hija de’ que ya es hora de tener controlada». Si alguien creía desterrados de la faz de la Tierra los concursos de belleza y las bandas de Miss Benidorm, los Globos de Oro se encargan de recuperar lo más rancio del show business. Desde 1963, aquellos retoños de estrellas que decidan dar un paso adelante en la industria pueden hacerlo aquí. Actrices como Laura Dern, Melanie Griffith y hasta su propia hija, Dakota Johnson, han perdido la virginidad mediática en la gala. Puede existir un Mr. Golden Globe, sí, pero siempre acompañado de otra joven que exhiba el machismo presente en la industria. Como ejemplo, volvemos a la regla de los 15 años. Durante ese periodo, solo un hombre (Sam Michael Fox, descendiente del protagonista de Regreso al futuro) ha hecho las labores de azafato de la ceremonia. Y si no te gusta el café, aquí tienes tres tazas. Este año, el trío de hijas de Sylvester Stallone y Jennifer Flavin, Sophia Rose, Sistine Rose y Scarlet Rose –que le gustan las rosas al bueno de Sly– son las elegidas para ostentar tamaño honor. La más pequeña de ellas, Scarlet, solo tiene 14 años.

Nominaciones inmerecidas

La consecuencia directa de la división de drama y comedia es el aumento de los actores nominados. Más estrellas que posarán en la alfombra y más estudios que volverán a llevar sus películas a las salas, claro está, con un nuevo póster en el que podrá leerse: “X nominaciones a los Globos de Oro”. Estos premios no dejan de ser otra etapa del marketing cinematográfico invernal y las injusticias se acumulan allá por donde mires. Nominar como mejores actores de comedia o musical a Angelina Jolie y Johnny Depp por la lamentable The Tourist es indescriptible. Que el año pasado el premio a mejor comedia se lo llevará Marte, aquella odisea de Matt Damon intentando salir del planeta rojo, ya suena a chiste. Entre las nominaciones que llaman nuestra atención este año, las de Jonah Hill por Juegos de Guerra o la de Ryan Reynolds por Deadpool, que si bien ha sido una de las sorpresas agradables de la temporada, se pasa la mayor parte de la película enfundado en su máscara de superhéroe. Reynolds y Blake Lively son una pareja demasiado ideal como para no invitarlos a la alfombra roja de los Globos de Oro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_