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Eva Herzigova: «No me asusta cumplir 40 años. Cada vez hay más espacio para mujeres de mi edad»

Eva Herzigova sigue en la cresta de la ola: espera a su tercer hijo, actúa en un filme italiano, colabora con varias ONG y es la nueva imagen de Capture Totale, la línea de tratamiento de Dior.

Eva Herzigova

Algunas modelos pierden en las distancias cortas; Eva Herzigova no. Es una diosa: atlética, escultural y atractiva. Pertenece a una nueva categoría de mujer: aquella que no se avergüenza de su edad porque está estupenda. La checa cumplirá 40 años en marzo y, alrededor de esa fecha, dará a luz a su tercer bebé. Salta a la vista por qué no le importan los años: no le pesan y las arrugas que rondan su rostro la embellecen; le confieren garbo y armonía. Además, huye de maquillajes y peinados recargados. Todo un acierto: así descubre un cutis y cabello perfectos. Su gesto rejuvenece: la suya es una sonrisa infantil.

«Me encantaron las fotos y el artículo, muchas gracias», agradece nada más sentarse en el bar del hotel Park Hyatt Arc de Triomphe, de París, donde nos recibe. Eva Herzigova se refiere a la sesión de fotos que le dedicamos en diciembre de 2011. La maniquí repite en exclusiva para S Moda. Solo nuestra revista y algunos medios de comunicación franceses la entrevistan en esta ocasión. 

Se entreven las curvas que la hicieron famosa: ahí sigue el escote que escandalizó a medio mundo a mediados de los años 90. Herzigova forma parte del acervo de la moda: protagonizó la campaña de Wonderbra y trabajó con marcas fundamentales como Chopard y Calvin Klein. Ahora abre un nuevo capítulo: Dior la ha escogido como imagen de Capture Totale, su revolucionaria línea de tratamiento.

Está a punto de cumplir 40 años. Da la sensación de que lo lleva muy bien.

Cada uno tiene una relación diferente con el tiempo. Para mí cumplir 40 años no es un motivo de preocupación. No me asusta, todo lo contrario. Es un momento de celebración. Las mujeres de mi edad tienen experiencia: son trabajadoras, viajeras, madres. Por eso cada vez hay más espacio para nosotras en la publicidad, en las revistas y en puestos de responsabilidad. Para ser la imagen de una marca o trabajar en una gran empresa, se debe tener experiencia y conocimientos, y antes de los 40 es difícil reunir esas condiciones. Ese número redondo es el principio de una existencia maravillosa.

Sigue dando guerra, algo sorprendente en una industria que no perdona el paso del tiempo; el reinado de las tops es cada vez más corto. Sin embargo, usted vuelve. ¿La moda y la belleza se han dado cuenta de que necesitan algo más que rostros jóvenes y bonitos?

Me gustaría pensar que Dior me ha elegido porque proyecto y soy mucho más que una maniquí. Hay dignidad en mi carrera, mi perfil público no es escandaloso. Mi trayectoria profesional es un éxito y mi vida privada es tranquila. Soy madre y muchas mujeres se sienten identificadas conmigo. Hace 24 años que trabajo en este sector y, echando la vista atrás, puedo decir que mis decisiones han sido buenas. Creo que hay calidad en mi evolución.

Se casó con Tico Torres, el batería de Bon Jovi, en 1996, de quien se divorció dos años más tarde. Ahora parece haber encontrado la calma con su actual novio, el empresario italiano Gregorio Marsiaj. ¿Es difícil dar con la pareja ideal?

Trabajar en moda y tener pareja no es fácil. Es importante que no sea celoso, que te apoye, mime y comprenda las vicisitudes de la profesión. Tengo suerte: Gregorio es todo eso y más. A veces estoy cansada y me toca viajar hasta la otra punta del planeta. Entonces él me recuerda cuánto me apasiona esto, me dice: «¡Ve! Vamos a estar juntos toda la vida…». Es muy tranquilizador y comprensivo.

Aun así, ha reducido el volumen de trabajo.

Es cierto, no viajo tanto; antaño volaba un día sí y otro también. Era realmente agotador. Pero mis prioridades ahora son otras. Tengo dos hijos y me impongo reglas como no estar fuera de casa durante más de tres días. Intento trabajar en Londres, donde vivo. Me gusta estar con mi familia.

Cordon Press

Hace poco estuvo en Kazajistán inaugurando una tienda. Según la revista WWD, el país vecino, Rusia, es la nueva meca del lujo. ¿Qué opina?

El centro comercial que me invitó es una maravilla; está lleno de marcas exclusivas. No era la primera vez que visitaba el país, estuve hace 10 años. Su situación ha cambiado: los sueldos han crecido y la sociedad empieza a acostumbrarse a su estatus. Se trata de un pueblo exigente, al que le gusta descubrir cosas nuevas y que adora la moda europea. Cada vez son más conscientes de la imagen. Son marquistas y a los hombres les gustan los trajes a medida. También son muy patrióticos: viajan mucho, pero siempre vuelven. Podrían permitirse vivir en cualquier lugar del mundo pero deciden residir en su país.

Ha trabajado más de dos décadas en el sector, ¿qué es lo que más ha cambiado? 

El salto a lo digital. Antes no podíamos descansar entre foto y foto. Tampoco podíamos opinar. Hoy todo el equipo se involucra en el estilismo, el peinado, el maquillaje… Una se siente parte del proceso, las producciones son colaborativas. De hecho, si me toca una sesión analógica, ¡me mosqueo!

Su línea para Etam fue un éxito. ¿Le gustaría volver a diseñar? 

¡Me encantaría! Crecí en la Checoslovaquia comunista y allí no había opciones. Todos compraban en la misma tienda; así que todos vestían igual. Pero yo quería ser diferente y por eso me compraba una revista alemana de estampados y patrones, Burda. Por otro lado, mi padre hacía bricolaje, construía tablas deskate. No conocía la técnica, improvisaba… ¡y le salía bien! Eso me animaba a crear mis propias bufandas y vestidos. Entiendo de moda, sé cómo se hacen las prendas. [Y señala un bolsillo]. Sé cómo coser eso, por ejemplo. Y entiendo el sector, formo parte de él. Me habría gustado estudiar Moda. Con dos hijos es difícil, pero no descarto diseñar una colección algún día.

Su relación con su padre es muy íntima, fue él quien la animó a viajar a París para ser modelo. ¿Piensa criar a sus hijos de la misma manera? 

Quiero tener la misma relación con ellos. Creo en la libertad, un día tendrán que irse de casa. No será lo mismo si no lo han vivido. Desgraciadamente, Internet lo ha cambiado todo. Los niños ven y leen en el ciberespacio. Facebook no es real, es virtual. Para mí la vida es otra cosa: experimentar con los sentidos.

Su infancia debió marcarla profundamente.

Viví la transición del comunismo a la democracia. Me impactó. Pensaba que todos eran felices, pero, con el movimiento revolucionario, me di cuenta de que no era así. Nadie hablaba de las manifestaciones contra el Gobierno y yo me preguntaba de dónde provenía la revuelta. Me planteaba por qué se manifestaban y gritaban. Bueno, no hubo gritos. Fue una revolución pacífica, poética. Han pasado 24 años pero las heridas siguen abiertas. Vamos a tardar 40 años más en volver a ser un país feliz. La caída del Muro ha cambiado el mundo y hemos ido a peor.

¿Así lo cree? 

Sí. No hay prohibiciones, todo está disponible, al alcance de la mano. Antes, con el bloque del Este, había límites. La libertad ha convertido al mundo en una casa enorme sin reglas. Desde entonces hemos vivido la globalización, el consumismo desaforado, la virtualización…

Hace poco usted colaboró en una mesa redonda sobre hábitos saludables. La frase de Natalia Vodianova «Estar delgada es mejor que estar gorda» no sentó bien… 

Las maniquíes sabemos más de salud que el resto, es nuestro oficio. Estamos mejor informadas sobre lo que es saludable, sobre rituales de belleza… Pero no voy a defender a nadie.

Hablemos de otra de sus pasiones, el cine. 

Hacía seis años que no rodaba una película. Es un reto; no he estudiado Interpretación y todo lo que había hecho hasta ahora [Modigliani] era como secundaria. Pero últimamente me ofrecen papeles importantes con los que me siento identificada. Acabo de rodar Cha, cha, cha, del italiano Marco Risi. Es curioso, me llueven ofertas y eso que no he dicho que deseaba actuar. Tal vez sea porque proyecto un aura especial…

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