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Eton College, una insaciable factoría de niños bien

Por las aulas del internado más pijo de Reino Unido han pasado escritores, políticos y hasta Eddie Redmayne, el gran favorito de los Oscar. Los ‘etonians’ llevan cinco siglos dominando el mundo.

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Graeme Robertson (Getty Images)

No hay escobas Nimbus 2000 ni escaleras que se desplazan porque sí, pero los alumnos de Eton College constituyen una élite tan virtuosa como la de Hogwarts, la escuela de magia de Harry Potter. Los estudiantes no visten túnica, sino chaqué sobre chaleco negro, pantalones a rayas, camisa de esmoquin y pajarita de piqué. Tienen su propia jerga, castigos anticuados –copiar versos en latín– y una vez al año celebran un ceremonial deportivo en el que destaca la práctica del juego de pared o wall game –una variante del fútbol–, algo tan imposible y peligroso como el quidditch.

A pocos kilómetros de Londres, se erige el colegio que históricamente ha formado a los cuadros dominantes de la sociedad británica. De Ian Fleming a George Orwell, pasando por numerosos políticos y casi una veintena de primeros ministros, este centro de educación secundaria es una de las factorías de talento más célebres de Reino Unido. Sus últimos lumbreras pertenecen a la categoría artística: Hugh Laurie, Tom Hiddleston o Eddie Redmayne, ganador del BAFTA al mejor actor y uno de los favoritos de la próxima edición de los Oscar por su papel en La teoría del todo. Fundado en el siglo XV por el rey Enrique VI para niños sin recursos, este internado masculino se hizo famoso cuando los hijos de las familias pudientes empezaron a frecuentarlo.

El príncipe Harry y el actor Eddie Redmayne cuando estudiaban en Eton.

Getty / vía addictedtoeddie.blogspot.com

Eton es sobre todas las cosas una marca de lujo. Y sus reglas se avienen a las clásicas estructuras que configuran los productos más exclusivos. Hay calidad y precios elevados –un curso cuesta unos 35.000 euros y cada año se ofertan 14 becas para chicos con expedientes brillantes–. Los etonians, como se les conoce a los alumnos, mantienen ritos centenarios ligados al estatus y viven en una especie de burbuja idílica que los preserva del mundo real.

Pese a los anacronismos existentes en el día a día de la institución, su popularidad sigue en perfecto estado de forma. Quizás influya que el actual primer ministro británico David Cameron y el alcalde de Londres Boris Johnson se formaran en sus aulas, así como el heredero al trono el príncipe Guillermo de Cambridge o, su hermano, el príncipe Enrique de Gales. Cada año reciben unas mil solicitudes, de las que apenas se aceptan 250. En total, solo hay espacio para 1.300 estudiantes.

En 2008, un libro publicado por un antiguo alumno sacó los colores al colegio. The importance of being Eton, de Nick Fraser, destacaba el rancio sistema de clases que según él rige intramuros: una estructura decimonónica que incide en el aspecto más clasista de la educación y reprime las relaciones homosexuales entre sus pupilos. El libro concluía que, pese a la pompa y la literatura triunfalista de la institución, Eton no es nada del otro del mundo, sino simplemente un colegio más. Con sus adolescentes, sus exámenes y sus roces de convivencia. Pero a precio de oro, naturalmente.

La mayoría de quienes han pasado por sus aulas cuentan maravillas del colegio, ya sea por el trato preferente del que gozan a la hora de acceder a universidades como Cambridge u Oxford o por el estatus social y profesional que consiguen gracias a las siglas mágicas de su expediente. Probablemente no existe nada más mágico en el mundo muggle británico que la palabra Eton, casi tanto como el poder de la varita de saúco del profesor Dumbledore.

Los actores Hugh Laurie y Tom Hiddleston e imagen de un partido entre ‘collegers’ y ‘oppidians’ en Eton.

Cordon Press / Getty

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