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Eléttrica

Preocupada por la alimentación sana y la biomedicina, Elettra Wiedemann es mucho más que una modelo. Ha abierto su propio restaurante y ha fundado una ONG. Esta chica es una joya.

Elettra Wiedemann
Álvaro Beamud Cortés

Elettra Wiedemann llega a la sesión de fotos en un hotel de París vestida informal –pantalón pitillo rojo, jersey gris, abrigo negro, botas bajas y fular de Yves Saint-Laurent–, con la melena suelta y la cara lavada. Un aspecto inocente y cautivador. No tiene una belleza clásica, pero resulta muy seductora en su elegancia involuntaria, con esa estatura envidiable de casi 1,80 y ese inconfundible aire de familia: hija de Isabella Rossellini y nieta de Ingrid Bergman. Una suerte de genética. De todos modos, su expresión viva y divertida y su tez exquisita la hacen parecerse más a Ingrid que a Isabella. Esta comparación le complace abiertamente y agradece con una gran sonrisa el cumplido. Sin embargo, nunca ha pensado seguir los pasos de sus mayores en el cine. «No, no», contesta rotunda. No sabe lo que hará cuando acabe su etapa de modelo, un final del que es perfectamente consciente. Entre otras cosas, por la propia vivencia de su madre que rompió su relación de 15 años con Lancôme al cumplir los 40 años. En aquella ocasión, la actriz reconoció que era la «forma más fácil de convertirse en multimillonaria después de que te toque la lotería». Elettra parece haber heredado ese espíritu positivo. «Soy optimista y busco las cosas buenas incluso en los momentos malos. Detesto estar de mal humor».

Le gusta hablar especialmente sobre sus estudios en Nueva York y Londres. «Al terminar la licenciatura en Relaciones Internacionales me fui a hacer un máster en Biomedicina a la London School of Economics», dice. «Fue difícil pero lo conseguí. Para mí era muy importante abrir otros caminos», añade. El título la hace sentir más segura. «Nunca sabes por dónde te puede llevar la vida», sonríe. La suya le ha dado ya algunas sorpresas. A los 19 años –ahora tiene 28–, y sin habérselo planteado antes, debutó como modelo por «pura casualidad». «Entonces no sabía lo que quería hacer y de repente alguien me eligió». Fue el fotógrafo Bruce Weber, que la convirtió en protagonista del catálogo de la firma Abercrombie & Fitch. Después llegaron muchas más campañas, las pasarelas y el contrato para ser el rostro de algunos productos de Lancôme.

Desde hace ya tiempo, comparte apartamento con su novio, James Marshall, y su perro Happy que la tiene completamente seducida desde que llegó a su casa hace ocho meses. «Es un chucho rescatado de una perrera y con un carácter estupendo», dice mientras enseña fotos de la mascota en su móvil. «Suelo viajar con él pero esta vez no lo he podido traer», se lamenta. Mientras, la sesión de maquillaje ha ido avanzando y Elettra se ha ido convirtiendo en un personaje sofisticado y provocador. Completamente ajena al cambio de look, charla con el peluquero y aprovecha para revisar su BlackBerry y pedir información sobre hoteles y restaurantes cool de la ciudad para enviárselos a una amiga. «Prefiero los SMS y Skype para hablar con mis amigos», cuenta. Celosa de su intimidad, ha optado por no tener Facebook y su cuenta de Twitter le sirve, sobre todo, para promocionar Goodness, el restaurante temporal que abrió durante la última Semana de la Moda de Nueva York. «Nuestra idea es repetir la experiencia en otras capitales, seguramente en París y quizá en Milán», explica. Apasionada de la gastronomía –«me encanta cocinar para mis amigos y perderme en los mercados biológicos de Nueva York»–, la idea surgió tras sufrir muchos desfiles y constatar que «la gente de la moda come fatal». Se preocupa mucho por la salud y está orgullosa de ostentar el cargo de consejera delegada de este proyecto. No es el único en el que está involucrada.

Álvaro Beamud Cortés

Con su novio, ha puesto en marcha la ONG One Frickin Day, que ha llevado a cabo proyectos en Ruanda, Burundi y Haití, donde ha instalado paneles solares para proporcionar energía a hospitales. Aún no los ha visitado, pero quiere ir a comprobar el resultado de un programa que nació tras conocer a un médico que le contó cómo algunas madres se sometían a cesáreas bajo lámparas de queroseno. Le apetece más hablar de estos proyectos que de ropa o de trucos de belleza. «No suelo maquillarme, ya tengo bastante con las sesiones fotográficas y prefiero dejar descansar la piel». Políticamente correcta, no se decanta por ningún diseñador pero elige a Linda Evangelista y Christy Turlington como iconos y ejemplos a seguir en su profesión.

El tiempo se acaba. Durante las casi tres horas de preparación para el reportaje no ha dejado de hacer estiramientos: quizá un recuerdo de la escoliosis que sufrió de adolescente, y que le obligó a llevar durante la mayor parte del día un corsé ortopédico desde los 12 a los 17 años. Desde entonces hace mucho ejercicio. Incluso ahora se prepara para una prueba de triatlón. «¡Soy una gran deportista!». Ha llegado el momento de ponerse delante de la cámara. Vestida con un traje esmeralda, camina con unos altísimos tacones que cualquier mortal rechazaría si tuviera su altura. De hecho, para las fotos siguientes, ella misma prescinde de los zapatos y da la impresión de que descalza se siente mejor, más a gusto consigo misma. Más natural.

Álvaro Beamud Cortés

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