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Diane Kruger: «Me siento francesa, allí las mujeres son sexies a cualquier edad»

Es la mujer divertida y fatal que se rifan directores como Wolfgang Petersen o Tarantino; o la elegancia sencilla buscada por Dior o Armani. Alemana de corazón parisino, ahora es una buscadora de almas en The Host.

Diane Kruger
Rocío Ayuso & Christopher Campbell (Realización)

Cabría preguntarse cómo he llegado hasta aquí. Encerrada en un 4×4 con Diane Kruger al resguardo de una tormenta de arena que azota la nada más absoluta de Albuquerque (EE UU), donde estoy charlando de moda con esta polifacética, políglota y multitasking mujer. Por no decir lo de ciudadana del mundo, porque la modelo y actriz nacida en Alemania pero con el corazón en París y la carrera en Hollywood habla a la perfección inglés, francés y alemán. Un detalle sin importancia cuando alguien posee su belleza y sus tablas, porque, como admite esta joya de 36 años, «mentiría si digo que ser modelo me ha perjudicado a la hora de ser actriz».

Kruger se muestra honesta y divertida. Parece algo inquieta por la tormenta que zarandea la furgoneta. También por los restos del Lotus –«es de los buenos», dice ella– que yace destrozado en la carretera y que utilizaron en la escena que acaba de rodar para The Host, filme en la cartelera desde el pasado 22 de marzo. Así que, aunque ha dejado de fumar, los ojos se le van a un paquete de cigarrillos abandonado en la guantera mientras no deja de sacudirse nerviosa el polvo de un traje color hueso que coordina perfectamente con su cutis de alabastro. Extraña esta inquietud en alguien que va siempre perfecta y que es conocida por no necesitar estilistas y lucir sin esfuerzo lo último de Chanel, Dior, Giambattista Valli o Jason Wu.

Parece muy preocupada por el estado del traje…

Es de la producción y tiene muy poco de práctico. ¿De blanco en medio del desierto? Quedará muy bonito y refleja al personaje, la uniformidad de esta sociedad distópica de The Host, pero a mí me toca mantenerlo limpio entre tomas y no es tarea fácil.

¿Cuáles son sus preferencias?

No es ningún secreto que me gusta la moda. Es parte de ser mujer, ¿no? Y conociéndome, me tira Chanel. Es mi tipo de diseñador.

¿Qué es lo que le gusta tanto de la moda? ¿El lujo?¿La comodidad? ¿Ser vista con ella?

La diversión. No le doy más vueltas. Es una de las pocas cosas que puedo controlar en mi vida. Si una quiere un trabajo determinado, se viste de una forma. Si lo que busca es seducir, elegirá otro vestido. En mi armario puedes encontrar de todo. ¡Todavía tengo un negligé!

¿Y su mejor consejo para quienes no tienen tanto de dónde elegir?

Menos es más. Nunca tengas miedo de ponerte lo que quieras. Parte de la diversión tiene que ver con expresar quién eres más que con seguir una moda determinada. Hay personas muy superficiales o demasiado preocupadas con las reglas y el qué dirán. ¡Qué más da si el naranja y el verde no combinan! Si esa eres tú, adelante.

Chaqueta de piel perforada con remates de Proenza Schouler.

David Roemer

¿Su paso por Hollywoode le ha cambiado el gusto?

Bueno, no tiene sentido llenar tu armario de abrigos en California, por bonitos que sean. Pero mi estilo es el mismo. Por mucho que vea a otros en chándal y camiseta, me sigo arreglando cuando salgo a cenar.

¿Y la vida en París? 

Será un cliché, pero yo me siento francesa. Allí no importa cuántos años tienes. Las mujeres siguen siendo consideradas bellas y sexies a cualquier edad. Se caracterizan por ese je ne sais quoi, siempre controlando su feminidad y su sexualidad. Catherine Deneuve es el ejemplo más claro, no solo de una gran actriz sino de una gran belleza y de una fuerza sexual que no acabo de ver en Estados Unidos.

Sin embargo, su ídolo siempre fue Romy Schneider.

Es la misma generación y el mismo tipo de mujer. La diferencia es que Romy nunca supo separar su vida de su trabajo. Un gran ejemplo de lo que no hay que hacer porque te puede costar la vida.

¿De dónde le viene entonces su atracción por ella?

¡Yo siempre fantaseaba con ir a Francia, echarme un novio francés, fumar Gauloises, muchos, y hacer películas francesas! Era mi sueño. ¡Y su vida sonaba tan romántica! Una austriaca que los franceses adoptaron como suya. Me dio esperanzas.

¿Y ha visto cumplido su sueño?

Con creces. En Francia me siento como una hija adoptiva. Y sigo admirando películas suyas como Las cosas de la vida o La piscina. Pero he dejado de fumar y sé que no hay papel más interesante que mi propia vida.

Minivestido de algodón de Theyskens’ Theory.

David Roemer

Por supuesto, Kruger encontró en París a ese novio francés –el actor y director Guillaume Canet– con el que se acabó casando y de quién ya se separó. Y una carrera. O mejor dicho, dos. Porque a París llegó hecha una modelo de élite, la más buscada por firmas como Dior y Armani a pesar de ser tan menuda. Atrás dejaba un hogar dividido y una carrera como bailarina frustrada por una lesión temprana. Por delante, y a instancias de Luc Besson, estaba el cine, primero en Francia y después en Hollywood. Allí, esta desconocida debutó con Troya, en la que les arrebató el papel de Helena a Nicole Kidman o Julia Roberts. Después, Quentin Tarantino le dio el espaldarazo a su trayectoria convirtiéndola en la Mata Hari de Malditos Bastardos. En Hollywood también tiene a su nuevo amor, el actor Joshua Jackson, aunque su corazón, para qué negarlo, sigue en París. Incluso mientras esperamos a que amaine la tormenta dentro de esta furgoneta perdida en medio de Albuquerque.

¿Recuerda cómo fue su primer día en Hollywood?

Perfectamente. Fue con Troya, y la experiencia me superaba. No tenía agente, ni pensé que me darían el papel. Había enviado una cinta. Eso era todo. Por probar. Llegué en medio de una tromba de agua y de agentes que querían representarme. Porque uno asume que en Los Ángeles hace buen tiempo durante todo el año, pero era noviembre y no paraba de llover. Y ahí estaba yo, de reunión en reunión, en pantalones cortos y chancletas. Todo un choque cultural. Me las daba de saberlo todo. Tres idiomas. Viajes por todo el mundo. Pero a la hora de la verdad llega el momento de las preguntas. ¿Qué es lo que quiero hacer? Antes, lo único que importaba era conseguir un trabajo. Ahora, con cada papel que me ofrecen, tengo que recordarme las razones que me llevaron a ser actriz: mi amor por el cine y por ese lenguaje universal que tienen las películas. Y lo que no quiero ser: alguien encasillado por una nacionalidad o por un acento.

Sus últimos estrenos no pueden ser más diferentes, de la María Antonieta de Adiós a la reina a este peculiar alienígena que interpreta en The Host, adaptación de la saga del mismo título de Stephenie Meyer.

Eso me encanta. Nunca se me ocurrió pensar en María Antonieta. Me siento más cerca de la ciencia ficción porque aquí donde me ves soy una friki. Me encanta Star Trek y La guerra de las galaxias. Gattaca es una de mis películas preferidas, y me cuento entre las seguidoras de Crepúsculo. Ya sé que soy mayorcita para estas cosas, pero qué le vamos a hacer. Es el único género donde puedes darle rienda suelta a tu imaginación. Donde todo supera la realidad. Y me encanta esa libertad.

¿Es soñadora?

Mucho. Y romántica. ¡Ya me gustaría hacer algo como Un hombre y una mujer! Pero también ordenada. Va con ser mujer, ¿no? Me cuesta hacer la vista gorda. Soy de las que les gusta controlar todo lo que hacen. No soy perfecta, pero lo intento.

¿Le da miedo envejecer?

Me dan miedo sus efectos. Especialmente poder olvidar todo lo que he vivido. Es un pensamiento aterrador. No quiero perder el recuerdo de los grandes momentos de mi vida.

¿Como cuáles? Como la primera vez que me subí a un escenario. Lo hice como bailarina y fue un sensación maravillosa, expresar mis sentimientos mediante la música y el arte. Sentirme el centro de atención. Fue algo que cambió mi vida por completo.

¿Y la situación más embarazosa?

Cuando conocí a Sean Connery. Recordé a mi madre derretida delante del televisor mientras veía James Bond y, claro, no se me ocurrió otra cosa que decirle eso de «mi madre adoraba sus películas». Él me miró con una cara de ahí te mueras que no se me olvidará nunca.

¿Cuándo fue consciente realmente del potencial de su belleza?

Más o menos cuando tenía 16 años. Un día alguien se me acercó para decirme lo guapa que era y que tenía que ser modelo. A mí me sorprendió mucho porque creía que para serlo debías tener mucha más altura. En aquel momento también pensé: «Qué hace este hombre que podría ser mi padre intentando ligar conmigo tan descaradamente». Pero ahí me di cuenta del efecto que tenía en los hombres. 

Conjunto de top y minifalda con cinturón incorporado, collares de eslabones y botas en piel de cocodrilo, todo de Salvatore Ferragamo; pulsera de Eddie Borgo.

David Roemer

Un efecto que sigue funcionando, ahora con Joshua Jackson cegado por su encanto.

Aquí no entro porque sé que luego todo lo que diga será utilizado en mi contra en caso de que nos separemos.

¿No tiene la mente puesta en el matrimonio?

Casarme no me quita el sueño. Espero tener hijos algún día. No quiero dejar pasar esa experiencia. Pero no lo digo por eso. Tendremos nuestros altos y bajos, pero ahí vamos. Josh me ayuda a sentar cabeza. Claro que, a la hora de la verdad, lo realmente importante es ser feliz con una misma.

El mayor gustazo que se ha dado.

El piso que me compré a los 22 años, que se dice pronto. Y, con los años, las joyas cada vez me atraen más.

Y su gusto en el hogar, ¿varía dependiendo del país en el que está?

Sí. Mi casa de Los Ángeles tiene un toque años 50, un estilo que me encanta y que no tiene la de Saint Germain en París, que es mucho más clásica. Eso sí, ambas están llenas de cosas que hemos encontrado en mercadillos. A los dos nos encanta ir al rastro y la decoración es un placer mutuo.

¿Y en la cocina?

Ahí el placer es mío. Me vuelve loca cocinar. Es en el único lugar donde me sale la sangre alemana que hay en mí. Salchichas, schnitzel, knödel… Cosas que solamente me gustan a mí. Josh ni se acerca por la cocina cuando preparo estas recetas.

Lo que decíamos, ciudadana del mundo.

Yo me siento más como un chucho callejero, mezcla libre de todas las razas. Obviamente soy alemana, pero he vivido más tiempo fuera de mi país que en él. Más de 17 años. ¡Media vida! Me siento muy francesa y también estadounidense. De Estados Unidos me gusta su ética en el trabajo. Pero en cuanto llevo mucho tiempo aquí, echo terriblemente de menos Europa, su joie de vivre, su calidad de vida. Vale, nadie llega a su hora, pero tienes seis semanas de vacaciones y el vino nunca falta en la mesa a la hora de comer. Incluso en los rodajes. Lo defiende el sindicato. ¡Y nadie se emborracha!

Body y falda, ambos de Lanvin; brazalete de plata de Giles & Brother y sandalias de Theyskens’ Theory.

David Roemer

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