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Morir joven, a los 140 años

La aplicación de la telomerasa en ratones ha demostrado que puede alargase no solo la vida, sino la calidad de la misma, ¿podríamos entonces llegar los humanos a vivir hasta los 140 años?

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Cortesía de Desigual

Si hiciéramos un estudio sobre los miedos más habituales, más allá del miedo a las arañas o a la oscuridad, uno en el que muchos de nosotros coincidiríamos sería en el miedo a envejecer. No hace falta investigar mucho en realidad. Todos entramos en crisis con nuestras primeras canas, nos pasamos el día buscando tintes, cremas antiarrugas y en ocasiones, hasta nos vestimos intentando aparentar menos edad de la que tenemos. Pero, ¿realmente hay alguna forma de escapar de la vejez? Parece que la respuesta no está en el bisturí, que solamente permite hacernos más joven a un nivel más superficial, sino en nuestro propio ADN.

La directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) María Blasco y la periodista especializada en salud y ciencia, Mónica G. Salomé han sacado a la venta el libro Morir joven, a los 140 (Paidós) , una obra divulgativa que pretende acercar la ciencia a la población general, con conceptos que, si a muchos nos parecen de ciencia ficción, parece que muy pronto serán realidad.

El libro nace de la línea de investigación de la científica María Blasco sobre los telómeros, es decir “unas estructuras protectoras que hay al final de nuestros cromosomas”. La relación de los mismos con el envejecimiento se basa, según nos cuenta Blasco en que “estos se erosionan cada vez que nuestras células se dividen, así terminan acortándose y generando daño a nuestro ADN con el paso del tiempo, por lo que el acortamiento de los telómeros es una de las causas del envejecimiento molecular”. Para poder intervenir en este proceso, Blasco lleva gran parte de su carrera investigando en torno a la llamada telomerasa, que “es capaz de frenar esto, aunque todavía no hay ninguna terapia aprobada que sea capaz de activar la telomerasa, de manera potente y que se pueda usar en la prevención o tratamiento de enfermedades asociadas al envejecimiento”.

¿Se puede vivir hasta los 140?

Lo que relata María Blasco en su libro y lo que explica a S Moda es que sus investigaciones han demostrado que, en ratones, la aplicación de la telomerasa sí ha conseguido retrasar la aparición de enfermedades relacionadas con el envejecimiento además de prevenir el cáncer. “Vimos, además, que estos ratones vivían significativamente más”, lo que ha dado lugar a investigar las posibilidades de estas terapias en humanos. ¿Pero es posible que vivíamos hasta los 140, tal y como titula en su libro? A este respecto, Blasco explica que “la esperanza de vida al nacimiento aumenta cada década y lo hace a una velocidad que no ha disminuido, ni parece que tienda a disminuir en un futuro inmediato. Conforme vamos entendiendo cómo se producen las enfermedades, en parte gracias a entender por qué envejecemos, estoy segura de que tendremos mejores maneras de prevenirlas y tratarlas”, lo que nos llevaría por lógica a vivir más años.

España ya es uno de los países con mayor esperanza de vida, pero lo que se ha demostrado es que ganar años a la vida, no siempre significa ganar calidad de vida a los años. La ventaja de trabajar con la telomerasa, es que no solo viviríamos más, sino que lo haríamos precisamente por tener menos enfermedades. “En ratones vemos que cuando se alarga la vida es porque tienen menos enfermedades y están jóvenes a edades cronológicas avanzadas”, insiste Blasco.

¿Qué significa envejecer?

Cuando hablamos de envejecimiento, no solo hablamos de canas y arrugas, sino que hablamos de la propia vida de nuestras células. Así, desde un punto de vista científico, “el envejecimiento no es sino un deterioro de la capacidad de nuestras células de mantenerse sanas y funcionales, algo que está asociado a que los mecanismos que nos protegen del daño, empiezan a decaer una vez pasada la edad reproductiva de nuestra especie”. Conseguir cambiar ese mecanismo a través de la telomerasa es, por tanto, un nuevo objetivo.

Aparte de la preocupación social por nuestra apariencia, por el hecho de sentirnos excluirnos de ciertas actividades, e incluso, por el hecho de ver mermadas nuestras capacidades, el miedo a envejecer, en palabras de Blasco “es una preocupación lícita, y por ello es lícito también intentar entender cuáles son los procesos moleculares responsables de este decaimiento de la función de las células, para así poder prevenir la aparición prematura de enfermedades, pero también para tener maneras, quizás más eficientes, de tratar enfermedades como el Alhzeimer o el infarto de miocardio, entre otras muchas enfermedades, cuya incidencia aumenta dramáticamente conforme envejecemos”. Así, la idea que tanto la científica, como la periodista, quieren dejar claro en este ensayo es que no estamos obligados a envejecer, y que no solo la estética, sino también la ciencia, se está ocupando de ello.

No todo es ADN

Si bien es importante influir en nuestro propio ADN, para cambiar las reacciones de nuestro cuerpo respecto a su envejecimiento natural, hay que tener en cuenta que no todo está en nuestro propio genoma. Envejecer también depende de nuestros hábitos de vida y, si no, no hay más que comparar a una persona fumadora y sedentaria con una activa, que cultiva un estilo de vida más saludable. En este sentido, Blasco aporta que “llegar sanos a los 70 años e tiene un importante componente de hábitos de vida, el que lleguemos a los 100 seguramente tiene un componente genético importante”, pero matiza que las cuestiones ambientales también pueden afectar a nuestras células. Es decir, que hasta que exista esa fórmula perfecta de telomerasa, sí que podemos hacer cosas por cuidar nuestros telómeros, lo mismo que cuidamos nuestra piel, por ejemplo. “Hay trabajos que indican que el estrés percibido acorta los telómeros. Asimismo, también parecen tener efectos negativos el fumar o haber sido fumador, además de la obesidad. En contrapartida, el ejercicio parece estar asociado a telómeros más largos. La cuestión es que todos estos estudios son de tipo correlativo, y aún desconocemos los mecanismos moleculares por lo que podría estar ocurriendo esto”, reflexiona Blasco.

Queda entonces por contestar una última cuestión. Si parece que la ciencia puede avanzar para evitar el envejecimiento de nuestro cuerpo, ¿puede también evitar el envejecimiento de nuestra mente? Desde una perspectiva científica, la directora del CNIO concluye que “el envejecimiento es un proceso molecular y celular y que sucede en todo nuestro organismo a la vez”, incluyendo entonces el cerebro. Lo que ocurre es que mente y cerebro no son exactamente sinónimos. Por ello, mientras los científicos siguen trabajando en evitar que nuestras células envejezcan, nosotros podemos seguir trabajando en alcanzar la eterna juventud de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y de nuestras ideas. Porque vivir a los 140 depende de los científicos, pero hacerlo sintiéndonos jóvenes, depende de nosotros”.

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