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El boom de la cirugía genital femenina

La cirugía genital es la operación estética que más aumenta en España: las intervenciones más demandadas entre las mujeres modifican forma y tamaño. También las hay que persiguen intensificar el placer y restaurar la virginidad.

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Karl Grant / Cordon Press

Se buscan vaginas y vulvas perfectas, turgentes, que desafíen la fuerza de la gravedad y el paso del tiempo. La cirugía genital, aun cuando solo representa el 1,5% de las intervenciones en España, es la que más crece, según la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (Secpre). Los tres retoques más demandados modifican la forma y el tamaño. Se lleva reducir los labios menores y remodelar los mayores (ya sea para eliminar o aumentar el tejido adiposo y la piel). La tercera operación más popular es la liposucción del monte de Venus; es decir, de la almohadilla adiposa, que con los años pierde firmeza y gana grasa. Sí, esta área también engorda.

Aunque no existan dos iguales, la sociedad ya cuenta con un canon para Miss Vagina. «Hasta ahora estas cuestiones solo preocupaban a los hombres», reconoce Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clínic de Sexología de Barcelona. Este es el ideal anatómico: «Los labios menores deben ser pequeños y no sobresalir de los mayores. Estos últimos deberían ser lo suficientemente grandes para proteger a los pequeños y para evitar la sensación de sequedad. Otro paradigma: el clítoris debe tener un capuchón que lo recubra», describe César Casado, secretario general de la Secpre. Para cumplir con el arquetipo, en los últimos 10 años han surgido un sinfín de intervenciones: rejuvenecimiento con láser (1.200 €), lifting de pubis (2.150 €) y del capuchón del clítoris (1.800 €), ninfoplastia (reducción de los labios menores; 2.000 €) y hasta blanqueamiento (200 € por sesión) para aclarar el tono. Otro retoque al alza son los implantes de vello (3.800 €). Desde que Cameron Diaz publicó en 2014 su libro Body Book –donde declaraba la guerra a las ingles brasileñas– la frondosidad a lo Mato Grosso convive con el destape integral.

«Este auge se debe a la concomitancia de dos fenómenos. La libertad sexual coincide con el renacimiento de un modelo machista que infantiliza los genitales femeninos. El pubis perfecto no tiene pelo ni nada que sobresalga o sea grande; justo lo contrario que en el hombre, donde impera el XXL. Además, hemos pasado de una sexualidad de prohibición a una de consumo. El sexo se vende como una actividad que se debe practicar más y mejor. Las mujeres llevan toda la vida interiorizando los parámetros que las convierten en deseables. Su cuerpo no deja de ser un producto», analiza la socióloga y sexóloga Delfina Mieville.

Otro factor: la sinceridad femenina. «Las mujeres no tienen complejos a la hora de abordar estos asuntos. Envejecen más despacio que ellos y su vida sexual es más larga. Además, la depilación deja expuesta la zona, por lo que se ven más las imperfecciones», opina Casado. La depilación integral es tendencia. «Ha aumentado desde 2012 y no solo entre jóvenes, las mayores de 45 la usan para evitar las canas», afirma Ana Belén, técnica de láser del centro Esbeltic Model.

Varias voces se han alzado contra la tiranía de la entrepierna. El portal Large Labia Project acumula fotografías de internautas con vulvas de diferentes tamaños, formas y colores. Otra iniciativa es el Gran mural de la vagina de Jamie McCartney. Este artista británico se sirvió de moldes de las partes íntimas de 400 mujeres para construir un panel enorme. «Es mi reacción al fascismo del cuerpo, a la obsesión por la belleza artificial. Han descubierto una nueva vía para hacer caja, la vagina; ahora les dicen a las mujeres que son defectuosas ahí abajo», se queja McCartney.

Un objetivo más: tener relaciones sexuales más placenteras. En la clínica Imedmu amplían el punto G con inyecciones de ácido hialurónico o grasa del paciente (desde 2.000 €) y tratan el vaginismo (desde 2.000 €), un trastorno donde la contracción involuntaria impide la penetración. «Se relajan los músculos con bótox y se aconsejan ejercicios», explica Patricia Gutiérrez, cirujana de Imedmu.

La polémica está servida. «La comunidad científica no se pone de acuerdo sobre el punto G, todavía cuestiona su existencia. En cuanto al vaginismo, los sexólogos lo tratamos como una fobia. El fin es quitar el miedo con dilatadores progresivos, que van relajando los músculos», afirma Molero. Más peros: «La vulva es muy delicada y, como ocurre con las episiotomías que se hacen durante el parto para evitar desgarros, algunas de estas prácticas pueden sensibilizar o producir molestias que afecten las relaciones sexuales», añade la experta.

Para rizar el rizo, la cirugía promete restaurar la virginidad. La demanda de reconstrucciones del himen crece. Aunque no hay cifras oficiales, Gutiérrez admite que en su centro se realizan entre 20 y 25 al año. «La himenoplastia (entre 3.000 € y 5.000 €) aumenta y se suele realizar por razones culturales o religiosas. Casi todas las clientas son jóvenes árabes o gitanas a quienes se les exige llegar vírgenes al matrimonio». Las trabajadoras del sexo también lo explotan: algunas venden su segunda primera vez en Internet. El caso más sonado fue el de la brasileña Catarina Migliorini, quien la subastó online en 2012 por 780.000 dólares (713.208 euros). Y no faltan las pudientes maduras norteamericanas que, según un artículo reciente de The Wall Street Journal, sorprenden a sus maridos en su aniversario con la noticia de que son vírgenes.

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