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Darse un baño: la nueva obsesión de Instagram tiene beneficios para la salud

Aunque conviene no abusar de los baños para no derrochar agua, sumergirse en la espuma de vez en cuando relaja y ayuda a desconectar. Las celebrities dan buena prueba de ello en la red social.

Julia Roberts en 'Pretty Woman'.
Julia Roberts en 'Pretty Woman'.

“Mi bañera, qué buena sala de espera. Qué buen lugar de trabajo. ¡Ay, donde siempre me relajo!”. Lo cantaba Pauline en la playa y fue uno de los himnos del indie español de principios de siglo. Quizás porque hablaba, con la sencillez propia de la banda, sobre uno de los placeres más reconfortantes al final del día. Lejos de nuestras fronteras y varias décadas después, en una era en la que el trabajo ha conseguido colarse en cada una de nuestras actividades diarias (a cualquier hora y en cualquier lugar) la necesidad de desconectar; de hacer algo que no resulte productivo, se ha convertido en un lujo que no podemos permitirnos. Porque nos sentimos culpables si no rentabilizamos cada momento del día (también durante el fin de semana) y ya resulta imposible separar las obligaciones del ocio.

Las personas más mediáticas sufren esta intromisión laboral de manera aun más acusada. Por eso la mayoría optan por recluirse durante unas vacaciones en el campo, o por cerrar sus redes sociales (hasta que las vuelven a abrir a los pocos meses). Por desgracia, la aplicación de estas medidas disuasorias no impide que la vida cotidiana siga resultando igual de estresante. Y las celebrities entendieron que debían poner en práctica otras herramientas de desconexión… y entonces surgieron los selfies dentro de la bañera. Las fechas no engañan: una de las pioneras en hacerlo fue la cantante Miley Cyrus, que se puso a remojo junto a sus patitos y unicornios de goma. Las hermanas Delevingne, Cara y  Poppy, también presumen de los beneficios de un baño relajante de vez en cuando. Eso sí, cada una acorde a su idiosincrasia. Y más recientemente, las modelos Ruby Rose, Soo Joo Park y la artista Langley Fox han posado en sus bañeras junto a sus seres (o alimentos) queridos.

El autocuidado como acto político

Pero las hermanas Mar y Alicia, de Pauline en la playa, también compusieron -quizás sin pretenderlo- uno de los primeros alegatos pop a favor de los cuidados. Con permiso de Vainica Doble y su ‘Déjame vivir con alegría’, claro. En 1983, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el concepto de self-care (autocuidado) como “las actividades que los individuos, las familias y las comunidades llevan a cabo con la intención de mejorar su salud, prevenir el dolor, limitando así las enfermedades y restaurando su salud”. http://selfcarejournal.com/article/self-care-in-health-we-can-define-it-but-should-we-also-measure-it/ A lo largo de los años, la definición se ha ido adaptando a los tiempos y, en la actualidad, el feminismo la ha integrado a sus demandas. Lo desarrolla la psicóloga Jara Pérez, responsable de http://therapyweb.es Therapy Web.  “La RAE aun no la ha incluido en su diccionario, pero hay muchos autores que han trabajado sobre la idea del autocuidado. El filósofo francés Michel Foucault considera que para poder practicar la libertad es necesario ocuparse y cuidar de uno mismo; máxime, en el caso de las mujeres. Porque si no lo hacemos, damos por hecho que alguien los hará por nosotros”.

Porque, a pesar de que parece sencillo y casi inevitable verse inmerso en el placer por el placer, o dedicar pequeños momentos del día al simple y mero disfrute, este no siempre está exento de conflictos personales. “El cuidado de uno mismo ha sido denunciado a lo largo de la historia del cristianismo como una práctica egoísta y de interés individual, en contraposición al interés del grupo. Así, interiorizamos la culpa de tal manera que nos resulta muy difícil darnos cuenta de cuáles son los cuidados que podemos y debemos llevar a cabo. Si queremos ser ciudadanas responsables tenemos que dejar de anteponer el cuidado a los demás antes que el cuidado a nosotras mismas. Por eso un baño de espuma puede llegar a ser algo realmente importante”, puntualiza Pérez.

En remojo (hasta un límite)

Pero no solo eso. Porque como siempre ocurre, los beneficios psicológicos vienen acompañados de los físicos. Y cuando nos metemos en la bañera, ambas facetas se complementan a la perfección. Lo explica Juan José Arroyave, médico del centro de Spa & Wellness Los Nogales. http://www.losnogales-spa.com “Lo ideal para desestresarnos es darnos un baño con el agua a 34 grados; así el organismo se relaja, porque está a una temperatura muy cercana a la corporal, y además se produce una ligera vasodilatación.” De hecho, la Fundación Nacional del Sueño (NSF)  incluye esta práctica entre sus recomendaciones antes de irnos a dormir para mejorar la calidad del sueño. https://sleepfoundation.org/sleep-news/healthy-sleep-tips-women

Sumergirse en agua a temperatura mesotérmica -entre 28 y 34 grados- también tiene un factor  desintoxicante. “El agua así de caliente abre los poros, drena y elimina toxinas. Y al mismo tiempo, en nuestro organismo se generan sustancias como la serotonina y las endorfinas, que convierten el momento del baño en algo realmente placentero. Además, contribuye a mejorar los problemas de tensión arterial, y tiene efecto sedante, descontracturante y analgésico”, apunta el doctor. Aun así, no es recomendable pasar más de 15 o 20 minutos dentro de la bañera porque la piel puede verse afectada. “Esta se relaja exageradamente y el músculo pierde tonificación, por eso es preferible hacerlo antes de irse a dormir o durante un día de descanso. Si no es así, el músculo tardará tiempo en volver a adquirir el tono habitual, y al salir a caminar o cuando realicemos alguna actividad física, lo notaremos”, prosigue Arroyave.

Y para darse un verdadero homenaje, podemos aromatizar el agua con aceites esenciales o productos naturales con fragancias agradables. “Así la piel estará más tersa, deslizante e hidratada”, explica el experto. Aun así, insiste en que su función solo es sensorial. El verdadero efecto calmante y relajante solo lo proporcionará la temperatura del agua a 34 grados”, recuerda. Con todo esto en mente, ahora solo es cuestión de sentido común: la ONG Greenpeace favorece, por norma general, el uso de la ducha al de la bañera, lo que no impide que alguna vez nos tomemos el momento del aseo con más calma. Además, existen dispositivos que depuran el agua y nos permiten después reutilizarla para otros usos.

Porque, como recuerda Pérez, en nuestra sociedad, el cuidado personal es un acto político. “Vivimos momentos en los que el tiempo para nosotros queda eclipsado por las obligaciones, o los  ratos de ocio vacío como hacer scroll en Facebook o ver la tele. Sin embargo, dedicamos poco tiempo a hacer cosas que nos hagan sentir descansados y realizados. Pero cuando nos hacemos responsables del rumbo de nuestra vida y de nuestra salud, dejamos de poner el foco en el exterior y de destinar tiempo al cuidado de los demás para dedicárnoslo a nosotras mismas”, apunta Pérez.

De hecho, cuando los cuidados y las responsabilidades diarias estén repartidas de manera verdaderamente equitativa, es probable que la noción de autocuidado como ahora la entendemos pierda su significado. “Si esto ocurre, el autocuidado ocupará una parcela más grande en nuestra vida de manera natural y no tendremos que sacar tiempo y espacio para poder llevarlos a cabo porque estarán integrados en la vida diaria”, resuelve la experta. Y de esa manera, lo que ahora nos resulta excepcional y casi un lujo –como darnos un baño de vez en cuando–, se convertirá en un derecho al que podremos recurrir cada vez que nos apetezca. Y sobre todo, sin sentirnos culpables.

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