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Canon estético, ¿una cuestión cultural?

La cirugía plástica es una metáfora de los ideales culturales. Nueva York es un mapamundi en miniatura.

Canon estético

Han cambiado. Los gustos estéticos han mutado. Dos corrientes dictan las tendencias: Hollywood y Europa. «Las españolas se ponen cada vez más pecho; en este sentido, nos estamos acercando al canon estadounidense», señala Vicente Paloma, cirujano de la Clínica Teknon de Barcelona. En casi todo lo demás, manda Europa. «Se imponen los labios menos abultados. Ya no se lleva el efecto neumático. Lo mismo sucede con la nariz: hace unos años se pedían demasiado pequeñas. Las españolas quieren cosas más naturales», informa Paloma. «En Europa se busca el equilibrio, sobre todo entre los glúteos y las mamas. Los cirujanos estamos contribuyendo a esta proporción. Cada vez se recomiendan modificaciones más armoniosas». No es la tónica general. En China, Japón y Corea se persigue lo pequeño. En Sudamérica, las curvas generosas. La seducción condiciona los gustos. Pero hay otros parámetros.

La cirugía plástica es una metáfora de los ideales culturales. Nueva York es un mapamundi en miniatura. En el norte de la isla de Manhattan, las dominicanas se levantan el trasero; en Queens, las chinas se operan la nariz; en Chinatown, las coreanas se perfilan la mandíbula; y en Bay Ridge (Brooklyn), las rusas optan por unas cuantas tallas más de sujetador. «No me sorprende. Lo veo en mi clínica cada día», corrobora Federico Pérez de la Romana, cirujano plástico de Alicante. «Muchas familias rusas se han instalado en Levante en los últimos años. Se han enriquecido rápidamente. Eso se nota. Las mujeres quieren una talla 100 o una 110. Las europeas, en cambio, optan por una 90 o una 95». El volumen es, según Pérez de la Romana, una cuestión psicológica. «Una clienta segura de sí misma y de su cuerpo, solicitará una medida más proporcionada». También es un signo de poder. «He conocido a clientas que prefieren que se note la intervención. Es su forma de decirle al mundo: “soy rica”», afirma.

«El clima influye. En el Reino Unido, la cirugía facial es muy popular. Hace frío y las mujeres se tapan. En cambio, en Sudamérica triunfan las operaciones corporales», plantea Jesús Benito Ruiz, cirujano de Antiaging Group de Barcelona. Federico Mayo, cirujano plástico, añade: «Cuando voy a un congreso en Sudamérica, no sé qué foto pertenece al antes y al después de la intervención…». Otra tendencia curiosa: «Los occidentales tienden a orientalizar sus rasgos –ojos almendrados, mentón prominente, mandíbula angulosa–; los orientales, a occidentalizarse», informa Paloma. Una transformación que afecta a todo el planeta. «La perversión total de esta tendencia fue Michael Jackson», opina el experto.

Río de Janeiro, Brasil, 1999. Alexander Edmonds, catedrático de Antropología en la Universidad de Ámsterdam, ve en la tele un programa que le quita el habla. «Había ido a Brasil a estudiar la identidad afrobrasileña. Me interesaba mucho el Carnaval de Río. Jamás imaginé que los brasileños homenajearían a un cirujano con una procesión», explica. Edmonds se refiere a Ivo Pitanguy, el cirujano más famoso del país. «Lucha para que la cirugía sea un derecho de todos, también de los pobres». Su lema: solo a los intelectuales les gusta la miseria, los pobres quieren lujo. En un país donde la sanidad pública (un derecho desde 1988) está bastante saturada, sorprende la perspectiva. «La cirugía se democratizó en los años 90. Hoy se opera en los hospitales públicos, aunque hay colas para conseguir plaza. El Hospital de Santa Casa, por ejemplo, recibe fondos estatales y de la beneficencia para este fin», informa el catedrático. Y añade: «En Brasil hay casi tantas clínicas de cirugía como salones de belleza». ¿A qué se debe la obsesión? ¿Falta de seguridad? «No. La belleza significa poder. La cirugía estética permite acceder a una vida mejor».

No es el único país donde la cirugía manda. Venezuela es el rey de los concursos de belleza: seis Miss Universo, seis Miss Internacional y cinco Miss Mundo en los últimos 30 años. También son los que más gastan en cosmética y en cirugía. Los bancos ofrecen créditos con eslóganes como «Consigue tu plástico con nuestro plástico». «Osmel Sousa [un cubano afincado en Caracas desde hace 30 años] ha convertido los concursos en una industria. Como el fútbol en España, son motivo de orgullo nacional», señala Maye Primera, corresponsal de El País en Caracas. «Sus shows facturan una gran pauta publicitaria y cada año convocan a más misses. El número de candidatas (26) supera al de los Estados (23)». Perder no es un castigo. «Es un trampolín a la fama y muchas misses se convierten en modelos, presentadoras o periodistas». Más singularidades: «Acá en cualquier peluquería se inyecta bótox. Las adolescentes de 15 años quieren un aumento de senos por su cumpleaños». «Se invierte mucho dinero en verse bella y no en salud», lamentó antes de fallecer Miss Venezuela 2000. Murió de cáncer de mama hace dos semanas. «El dinero que circula no cuesta sudor a los venezolanos, proviene de los dólares baratos del petróleo. De ahí sus locos patrones de consumo. Acá se ahorra para hacerse una cirugía y no para pagar la escuela privada de los chicos», explica Primera.

El maquillaje es otra alegoría del canon. Las marcas comercializan líneas para cada mercado. MAC lanzará en primavera cuatro colecciones de labiales y de lacas: una para Latinoamérica y Oriente Medio (con colores muy brillantes), otra para Norteamérica (intensos), otra para Asia (pasteles) y una última para Europa (neutros). «Albergábamos sospechas sobre las preferencias de cada mercado», admite Nicole Masson, del departamento de Desarrollo de Producto. «Se materializaron tras estudiar las ventas y entrevistar a nuestros dependientes y maquilladores sobre los gustos en sus países. Cada uno de ellos adapta las tendencias a sus gustos», opina. «Las tendencias culturales se traducen en marketing. En Asia se habla de cremas blanqueadoras. En Europa preferimos el término antimanchas», señala Raffaella Cornaggia, directora de marketing de Estée Lauder.

Pero las diferencias culturales están desapareciendo. La globalización las está limando. «Es la dictadura de la pantalla. La construcción del canon es unidireccional. Hoy lo dictan las pantallas del ordenador y de la tele», propone el escritor Oscar Scopa. Hemos alcanzado un nivel de psicosis sin precedentes. Dejamos cicatrices en el cuerpo para coincidir con un canon generado por Photoshop». Según el filósofo, la estética ha perdido su razón social. «Antaño nos comparábamos con la chica más guapa del pueblo, ahora con una imagen irreal». Marta Sanz, autora del ensayo La mujer fatal, avisa: «Lo que más me aterroriza es la homogeneización. Ya no se produce solo entre cultura y cultura, sino entre persona y persona. A veces me asusto al andar por la ciudad. Me cruzo con clones».

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