_
_
_
_
_

6 síntomas que te están diciendo que busques otro trabajo

Analizamos los motivos por los que deberíamos empezar a mover ficha en el mercado laboral para mejorar y ser más felices.

office

Pasamos gran parte de nuestra vida en el trabajo. Teóricamente un tercio del tiempo de los días laborales. En la práctica, entre horas extras (en nuestro país no siempre retribuidas), desplazamientos, y cuestiones que tienen que ver con el cuidado personal antes de ir al trabajo en realidad empleamos incluso más de la mitad del día. A la luz de esta evidencia resulta sencillo comprender por qué es importante que ese trance sea satisfactorio. No solo mucho tiempo está en juego: también mucho esfuerzo y una enorme exposición emocional y personal están implícitas.

Debemos ser conscientes de que no todos los jefes son perfectos, ni en todos los equipos se trabaja con la fluidez ni el compañerismo deseados. Pero hay sensaciones que, si persisten y ganan en intensidad, no debemos obviar. Síntomas que pueden minar la autoestima o llevar a aborrecer la propia profesión. Buscar un nuevo trabajo es un trabajo en sí mismo, pero merece la pena el esfuerzo. Atrás quedaron los tiempos de un trabajo para toda la vida. He aquí algunas señales que deben servir de acicate para buscar un nuevo porvenir laboral y económico:

1. Ausencia de posibilidades reales desarrollo profesional

El desarrollo profesional es uno de los grandes talones de Aquiles del mundo laboral en nuestro país. En materia de gestión de recursos humanos, dar a las personas la oportunidad de crecer dentro de las empresas es algo muy instaurado en la cultura anglosajona. En España, y salvo excepciones en algunas grandes empresas o en start-ups con espíritu innovador, la fórmula más eficaz para avanzar en la propia carrera profesional suele ser cambiar de trabajo. El estancamiento, además de desmotivar a los trabajadores, mina las perspectivas de progresión de las personas. Llegados a un cierto punto y estatus en la empresa, cuando se vislumbra claramente que no se nos va a brindar la oportunidad de acometer nuevos objetivos ni de asumir nuevas responsabilidades, la desidia hace su entrada en escena. Si a eso se le añade la sensación de estar desperdiciando una experiencia muy valiosa, y la de estar perdiendo la oportunidad de conseguir más dinero a cambio del esfuerzo, ya están listos todos los ingredientes para el nuevo reto: encontrar un lugar mejor en el que seguir avanzando.

2. Frustración

No nos engañemos: siempre se vive algún momento frustrante en el trabajo. Un compañero nos ha endosado esto, el jefe ha olvidado lo otro y quedamos mal nosotros, un proveedor nos ha fallado, o un cliente exige cosas imposibles… Pero cuando la tónica general de nuestro día a día o de la organización es la concatenación de frustraciones una tras otra, debemos detenernos a pensar. Contenerse y salir rabioso todos los días a la larga pasará factura. La inoperancia de los superiores es muchas veces la gota que colma el vaso. Desechemos el “más vale malo conocido que bueno por conocer” y confiemos en un nuevo entorno menos frustrante.

3. Falta de estrategia

Verse obligado a trabajar a bandazos, sin una hoja de ruta clara, es otro mal endémico que resiente a los profesionales. Es necesario que la empresa valore y haga posible el ejercicio de reflexión que supone la creación de una estrategia. Se necesita tiempo, esfuerzo, consenso y foco. Cierto es que una estrategia está para seguirla, y para completarla e ir haciendo modificaciones sobre la marcha. Lo que no es de recibo es trabajar sin un rumbo claro, con continuas órdenes contradictorias entre sí, y pseudoestrategias imposibles de hilar. Esta situación es bastante común en Pymes, y más si son empresas familiares, aunque tampoco se salvan grandes empresas. Cuando el trabajador se siente en un continuo vaivén en el que no tiene posibilidad de poner orden, lo mejor es poner tierra de por medio.

4. Ingratitud

Es muy común recibir reprimendas y comentarios detallados cuando hacemos algo mal. Pero, ¿y qué ocurre cuando lo hacemos bien? Lo normal es no recibir ni un mísero feedback mínimamente formal. Dadas las cantidades de trabajo asumidas hoy en día por un solo trabajador, es habitual sacar adelante numerosos proyectos con éxito, y, claro está aunque sea solo por cuestiones de probabilidad, algunos menos exitosos de lo deseable. En muchos ámbitos de esta vida se aplica el “no news, good news”, pero no resulta motivante para el trabajador vivirlo así en la oficina. Trabajar con la única motivación de “no cagarla” para no ser reprendido no es lo que se dice una motivación muy sólida. ¿Que sientes que tu entorno de trabajo es ingrato? Es el momento de que te pongas manos a la obra a buscar otro.

5. Rencillas y manipulación

Ay… la intrahistoria de las relaciones entre los trabajadores de una empresa, esa gran desconocida… La anteriormente citada convivencia forzada un número elevado de horas que se da en las oficinas suele acarrear historias, rencillas y pequeñas vendettas entre unos y otros. O bien entre los compañeros, o bien de jefes con los compañeros. Sin comerlo ni beberlo, en muchas ocasiones los trabajadores se encuentran en el centro de una especie de laberinto de opciones infinitas en las que alguien A trata de fastidiar a alguien B. Observarlo como quien ve un partido de tenis puede resultar ya de por sí desagradable, pero verse involucrado o saberse manipulado tras haber sido partícipe de determinados acontecimientos causa en el afectado una sensación muy incómoda y desapacible. Si se siente que la maraña se está convirtiendo en un pozo sin fondo y la paciencia se resiente, es buena ocasión para ir pensando en un cambio.

6. Desinformación

Sentirse (y estar) desinformado suele tener que ver con el tipo de jefe o cúpula directiva con que nos haya tocado trabajar. Trabajar sin conocer los objetivos, o no recibir las instrucciones correctas ni los detalles suficientes lleva al trabajador a desarrollar el trabajo con un nivel de calidad inferior que si lo hiciera en otras circunstancias. Esta situación suele derivar en posteriores acusaciones de falta de proactividad o de responsabilidad. Pero, ¿cómo ser proactivo si no se sabe qué terreno se está pisando ni cuáles son las expectativas depositadas en esa tarea? ¿Y cómo asumir la responsabilidad de algo cuyo contexto se desconoce? Si el liderazgo del que penden tu puesto y tus funciones no es capaz de entrar en dinámicas más constructivas, de diálogo y fluidez, tarde o temprano te quemarás. Como en todo, es mejor prevenir que curar. Así que toca buscar una nueva ocupación.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_